lunes, 4 de febrero de 2013

Los Juegos Diana.

Fuente; Santiagonostalgico, sitio de Fotos en FLICKR.  Texto extraido en The Clinic



.En 1934, Roberto Zúñiga Peñailillo, un chofer de tranvías, se instaló en el barrio Mapocho a cobrar por un tiro al blanco que tenía de premios cigarros y galletas. En Santiago, por ese entonces, no habían centros de entretención “sanos” para después del trabajo. Y accesibles.

-Mi abuelo vio en el juego una posibilidad de ganar plata. Se instaló en lo que en ese tiempo se llamaba Barrio Chino con el tiro al blanco. Los rifles que usó eran alemanes, de marca Diana, y por eso la gente comenzó a llamar al lugar los “Tiros Diana” –cuenta Enrique Zúñiga, nieto del fundador.
En ese entonces, recuerda Ignacio Moraga, yerno del patriarca Zúñiga, las armas estaban de moda. A los Tiros Diana les fue muy bien.

-El ingenio hizo crecer el negocio. Al tiempo los Diana tenían los gatos porfiados y una pelota para boxear. Los fines de semana se colocaban en el cerro Santa Lucía y en pocos años inauguraron un carrusel y una rueda de Chicago que estaban de remate en la aduana, luego que una feria extranjera que venía a Chile no las reclamara. Después de eso se instalaron en Alameda 1167 (¿el nieto se confunde y dice donde hoy está el edificio Santiago Centro?), [la verdad que el N°1167 en 1941 correspondia a una casa demolida para posteriormente construir el Banco del Estado.] Luego se cambió a un terreno al lado de la calle Ahumada y a los pocos años se cambiaron a un costado de la iglesia San Francisco –cuenta Ignacio Moraga.

Esa, dicen, fue la época de oro de los Diana: cuando eran un parque de entretenciones abierto con juegos mecánicos y de ingenio. Muy fome para nuestra época, pero que en la década de los 50 no tenía nada que envidiarle a las ferias europeas o norteamericanas que venían a itinerar a Chile. Eran los juegos más grandes de Santiago. Sin embargo, el juego estrella seguía siendo muy simple.

-Mi abuelo descubrió que la lotería era lo que más plata daba, porque la gente salía incluso del Club de la Unión a jugar a los Diana. Llegaban señoras con abrigos de piel y con mucha plata –recuerda su nieto.

Roberto Zúñiga Cabezas, hijo del fundador, vivió esa época.

-Abríamos a las seis de la tarde y cerrábamos a las seis de la mañana. Se reunía mucha gente, todos fanáticos de la lotería que se volvieron jugadores empedernidos y se amanecían. El fin de semana en la noche llegaba mucha gente rica que después de las fiestas del club, de madrugada, se pasaban a los Diana. Era impresionante ver a un señor de etiqueta sentado en el caballo del carrusel –cuenta.
Pero no todo era glamour. La entretención ya no era propiedad de la elite y el público que iba a jugar era muy variado.

-Iban muchas prostitutas a buscar clientes y cuando conquistaban al fulano se lo llevaban a la Cuncuna, que era un juego que tenía una cortina que cuando se bajaba, adentro comenzaban los besos y los manoseos. De ahí salían listos pa’ la foto -recuerda Mariano Espínola, que comenzó cantando los números de la lotería y terminó como el fotógrafo oficial de los juegos.

La época de oro duró poco. En 1964, el alcalde Manuel Fernández prohibió la Lotería alegando que la gente se había enviciado. Los Zúñiga tuvieron que reinventarse. Roberto dejó el negocio en manos de su hijo y él se asoció con el restaurante Cuba, que estaba en calle Ahumada. Allí instaló otros juegos Diana. Pero nunca fue lo mismo.

ALLANAMIENTOS

El Golpe y la Dictadura terminaron por borrar los antiguos Diana. La gente dejó de ir a los juegos. El lugar llegó a convertirse en un sitio peligroso por las frecuentes redadas que hacían la policía y los militares, hasta tres veces por semana.

-Ahumada en ese tiempo era una calle con autos y los carabineros bajaban y obligaban a la gente que estaba jugando a formarse en una fila. Los tenían hasta que les mostraran el carnet, pero la gente se ponía idiota porque les apagaban las máquinas y perdían tiempo. Lo más penca era que los que no tenían identificación se iban detenidos –recuerda Ignacio Moraga.

Los allanamientos tenían su explicación, porque para la policía los Diana eran centro de reunión de los opositores.

-Los pacos sabían que los Diana eran un escenario especial para hacer reuniones, porque acá no se escuchaba nada de lo que hablaban. Generalmente había gente que se reunía, se ponían uno al lado de otro en los juegos y hablaban- explica Moraga.

Los juegos de Ahumada también se transformaron en un refugio para evadir el toque de queda. Según su dueño, muchos de los clientes que trabajaban en el centro, al ver que no alcanzaban a llegar a sus casas porque se les había hecho tarde, pedían permiso para dormir en el local. También se quedaban adentro los que se les pasaba la hora jugando.

De la iglesia San Francisco los juegos se fueron a San Diego 438 y de Ahumada 170 pasaron al local del frente, en el subterráneo de Ahumada 131.

La llegada de la democracia en los ’90 podría haber mejorado la salud de los Diana. Pero otro golpe esperaba a la cadena: la aparición de los mall, que les arrebató definitivamente a la gente. -Los mall fueron creados con el concepto de las plazas de armas, donde estaba todo lo que necesitabas.
Concentraron los servicios y nunca entramos en esa dinámica, porque son muy depredadores: cobraban arriendos muy caros y nos obligaban a que ellos fueran nuestros socios –cuenta Enrique Zúñiga.

-Internet, las consolas y los mall jodieron a los Diana. En Nueva York hubo muchas empresas que quebraron por culpa de la tecnología, del Atari y el resto de las consolas. A partir de eso todo fue exponencial y cuando salió el Nintendo ya la cosa no se podía parar. Imagínate que puedes comprar el mismo juego que nosotros tenemos en una máquina, pero lo juegas en tu casa las veces que quieras y sin pagar más por él –agrega Enrique.

Los Diana además tenían una competencia fiera: Fantasilandia.

El tiro de gracia le llegó a los Diana en los noventa, cuando cundió la idea que el centro se había echado a perder. El local de Ahumada pasó a ser considerado peligroso, porque se había convertido en refugio de vendedores ambulantes y lanzas. Además, adentro los robos eran generalizados.

-A este negocio lo jodió la delincuencia. Todos los días a los clientes que estaban metidos en los juegos les robaban las mochilas y no se daban ni cuenta. El negocio se fue a la cresta, porque la gente llegaba a jugar y se iba toda amargada y no volvía más. fuente del texto The Clinic.
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