martes, 12 de enero de 2010

A las puertas del horno - Pato

A las puertas del horno

 

A seis días de la segunda vuelta presidencial, no aparecen factores decisivos que den optimismo a las filas de la Concertación en grado suficiente para retomar la tranquilidad. Quizás es mejor así. El triunfalismo es esta situación sería poco menos que ridículo.

 

Gente que votó por MEO, Arrate, blanco o nulo, dice que votará ahora por Piñera o, más exactamente, contra Frei. Es un voto castigo. Las razones son variadas, ninguna de fondo. Que Frei es rico y tiene su riqueza oculta, que su origen está en los tiempos de la dictadura. Que toda su familia está en puestos públicos, y por ahí circula un listado en tal sentido, asociando a ello corrupción y robos, sin siquiera intento de probar las acusaciones. Que en su primer gobierno privatizó el agua, etc. Además, está la tendencia a mirar el vaso medio vacío y no el vaso medio: al analizar el estado del país se mira la fotografía actual con las carencias de un país en vías de desarrollo, y no la película dinámica que muestra los avances indesmentibles y notables desde 1990 y el impulso hacia el futuro que nos convertirá en país desarrollado en diez-quince años gracias a dichos logros.

 

La mirada en perspectiva, el enfoque histórico, dejaría claro que la derecha debe ser castigada por sus politicas públicas durante los años de la dictadura, por su política de despojo del Estado, por convertir la educación, la salud, la mano de obra, en simples productos ofrecidos en el mercado. Adicionalmente, en el caso de Piñera, por su utilización mañosa de las leyes del mercado (caso Banco de Talca, Chispas, LAN, etc.).

 

Si ganara Piñera, sería el triunfo de la política de despojo de la opinión pública de su capacidad de mirada crítica, integral, de distinguir el bosque entre los árboles. Ese despojo se lleva a cabo día a día, a través de la farandulización de los medios de difusión en manos de la derecha, de la campaña de odiosidad hacia todo lo que sea progresista, de convencer que el nuestro es un país corrupto (a pesar que todos los indicadores internacionales demuestran lo contrario). El triunfo de la reducción de la opinión pública a su mínimo común, del empobrecimiento de nuestra cultura nacional.

 

Sería, por cierto, castigo a lo peor de la Concertación: su acostumbramiento al poder y sus subproductos casi inevitables: la proliferación de los operadores políticos, el control de los partidos por los grupos de poder y la pérdida casi total de la democracia interna y la eliminación de las nuevas generaciones que no se someten a ellos; la mano blanda con los corruptos; los partidos que ya no vehiculan utopías de grandes trasformaciones sociales, que ya no son grandes alamedas sino la vía corta hacia prebendas inmediatas.

 

Lástima que el peso de estas debilidades está ocultando cada vez más el hecho innegable que la Concertación es la coalición política más exitosa en la historia de nuestro país.

 

Lástima que los beneficiarios de los éxitos económicos y sociales de la Concertación parecieran dispuestos a votar contra la continuación de dichas políticas públicas.

 

 

PAM/

11.01.10

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