sábado, 15 de diciembre de 2012

Balances de las Izquierdas Latinoamericanas. Enviado por Vicente Rios.

Balances y perspectivas de las izquierdas latinoamericanas por Gilberto
López y Rivas / En el Volcán

Sábado, 08 de Diciembre de 2012.

A dos décadas de que la URSS colapsara, Roberto Regalado, el conocido
filosofo y politólogo cubano, emprende la ardua tarea de coordinar los
trabajos de 20 dirigentes políticos e intelectuales latinoamericanos que se
proponen hacer un balance.

¿Cuáles fueron los efectos de la desaparición de la Unión Soviética en la
izquierda de Nuestra América? ¿Cuánto cambió esa izquierda en estas dos
décadas? ¿En que situación se encuentra hoy? ¿Cuáles son sus perspectivas?
Resultado de este esfuerzo es la publicación del libro: La izquierda
latinoamericana a 20 años del derrumbe de la Unión Soviética (México: Ocean
Sur, 2012).

Muy atinadamente, Regalado planeo la antología divida en dos partes: la
primera es temas y enfoques generales, en la cual dos capítulos, a manera
introductoria, tocan los significados de la Perestroika y la evolución del
imperialismo estadounidense, respectivamente; seis capítulos analizan a las
izquierdas latinoamericanas desde una perspectiva de conjunto, y a partir
tanto de experiencias nacionales, como de las preguntas planteadas; mientras
que en la segunda parte, situaciones nacionales, se precisan las vicisitudes
de las izquierdas en los casos de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia,
Chile, Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y
Venezuela.

Aparte de las orientaciones ya referidas, los autores no recibieron del
editor consigna política alguna; en consecuencia, el libro contiene la
riqueza variopinta que caracteriza a la actual izquierda en América Latina,
lo que lo hace, de entrada, un libro fresco, polémico y de obligada lectura
de los integrantes de los movimientos, partidos y organizaciones populares,
y del público en general. En sus 404 páginas, el lector encontrará
convergencias y divergencias de las múltiples expresiones del pensamiento
crítico que los ideólogos del capitalismo habían condenado a la extinción,
una vez que ocurre la implosión y desaparición de la URSS y del campo
socialista de Europa del Este.

Ante la magnitud de la obra, destacaré en esta reseña sólo algunos aspectos
de la primera parte que llamaron mi atención. Es interesante la hipótesis en
torno a la Perestroika en el trabajo de Ariel Dacal en el sentido de que la
reforma al sistema soviético fue el colofón de un proceso que levantó
parcialmente la “olla hirviendo de corrupción, crimen y descontento” en toda
la URSS, las señales más fuertes del estancamiento del modelo socioeconómico
y político soviético. Su análisis de la burocracia, como “clase imprevista”
respecto al papel antagónico entre el proletariado y la burguesía, que se
privilegió del poder estatal y administró la propiedad pública
beneficiándose de ella, es muy sugerente; especialmente cuando señala que el
70% de esta nomenclatura continuó en cargos políticos en la Rusia
postsoviética y más de un 60% se mantuvo en el mundo empresarial.” Dacal
identifica elementos esenciales del modelo político que impuso esta
burocracia: “a) centralización estatal extrema; b) la deformación de la
función del partido en la sociedad; c) la capacidad de decisión sobre todos
los aspectos de la sociedad quedó en manos de una reducida élite; la
inmovilidad de los conceptos en el ámbito del marxismo; y e) la anulación de
los criterios divergentes, incluso mediante la violencia…la monopolización
del poder por el partido-Estado negó los avances que, mediante sus luchas,
los oprimidos habían logrado dentro del capitalismo en diferentes niveles y
periodos, incluida de modo imprescindible la propia experiencia
bolchevique.”

Jorge Hernández, en su capítulo: “Estados Unidos y la redefinición de la
seguridad nacional en América Latina. El legado de la guerra fría veinte
años después,” sostiene que como “mentís a la argumentación que afirmaba la
muerte de la izquierda latinoamericana y que la utopía había sido desarmada,
aparecía el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, como símbolo de lucha
contra el neoliberalismo, el mismo día en que se ponía en vigor el Tratado
de Libre Comercio de América del Norte.” Asimismo, afirma que lejos de
suponer que la guerra fría termino, ésta subsiste en términos que Estados
Unidos ha mantenido la identidad y la cosmovisión a ella asociadas, la
prepotencia y el uso de la fuerza, aseveración con la que coincido
plenamente cuando caracterizó la etapa actual como la imposición de un
terrorismo de Estado global. Se sostiene que: “en el mundo actual, se
aprecian situaciones en las que podría afirmarse que lejos de amortiguarse,
la guerra fría se ha hecho aun más fría…perderán centralidad aspectos tales
como la defensa militar, la dimensión internacional de la seguridad, el
enfoque estratégico, la matriz geopolítica. En su lugar, se afianza una
visión más amplia, que incluye aspectos políticos y económicos, así como la
dimensión domestica. Bajo esta perspectiva, se conforma una agenda que
paulatinamente ira extendiendo el alcance de la seguridad, prácticamente, a
todas las esferas de la vida social”. “El comunismo internacional, como
peligro externo o “extra continental”, es sustituido, en el viejo esquema,
por “enemigos internos”: el narcotráfico, las migraciones, el terrorismo, la
subversión domestica, la ingobernabilidad.”

En cuanto a la incidencia de Estados Unidos sobre América Latina, Hernández
considera que “la supremacía estadounidense sobre la región es un regreso a
la normalidad, pero con la fuerte marca del 11 de septiembre, de modo que se
considera que el antiguo patio trasero hoy forma parte de lo que se denomina
homeland security. Las formulaciones cambian, pero las codificaciones
remiten a la vieja ecuación que concibe la seguridad nacional de América
Latina como función de la hegemonía estadounidense.” El trabajo de Hernández
resulta clave para entender en el actual contexto en que se desempeña la
izquierda en América Latina, caracterizando a Obama como justificador y
seguidor de “los principales componentes de las políticas de seguridad
represivas e intervencionistas hacía México, Centroamérica y la región
andino-amazónica impulsadas por G. W. Bush.”

Valter Pomar considera con acierto que el impacto de la disolución de la
URSS sobre las izquierdas de América Latina fue principalmente ideológico y
político. “Pero la proximidad amenazadora de los Estados Unidos, la lucha
reciente contra las dictaduras y los embates contra el neoliberalismo
naciente parecen haber funcionado como una “vacuna” que limitó los efectos
desmoralizantes que la crisis del socialismo tuvo sobre vastos sectores de
la izquierda en otras regiones del mundo…No es que no haya habido
deserciones, traiciones y conversiones ideológicas. Pero visto de conjunto y
de manera comparativa, la izquierda latinoamericana salió mejor (librada)
que su congénere europea.”

Pomar plantea que “en el año 1991, la izquierda latinoamericana venía de un
doble proceso de derrotas: primero, la derrota del ciclo guerrillero de los
años sesenta y setenta; después, la derrota del ciclo de redemocratización
de los años ochenta. El fin de la URSS y el ascenso del neoliberalismo
abren un tercer periodo, cuyo desenlace es distinto: se inicia en 1998 un
ciclo de victorias electorales, que resulta en una correlación de fuerzas
regional favorable, que aun se mantiene.”

El propio Roberto Regalado incluye un capitulo de su autoría que intitula
“El derrumbe de la URSS y el “cambio de época” en América Latina, “en el que
señala de entrada que con el colapso de la Unión Soviética “se cierra la
etapa de la historia de América Latina abierta el 1ro de enero de 1959 por
el triunfo de la Revolución Cubana, cuya característica principal –aunque no
la única— es el choque entre insurgencia revolucionaria y contrainsurgencia
imperialista, y se abre una nueva etapa en la que predominan la lucha de los
movimientos sociales y social políticos contra la restructuración
neoliberal, y la elección de gobiernos de izquierda y progresistas dentro
del sistema democrático burgués.”

Siguiendo a Nestor Kohan, Regalado concuerda en la tesis de que la corriente
política autóctona más avanzada y solida en América Latina es el
antiimperialismo: “es con ella con la que ha de empalmar el pensamiento
marxista y leninista.” Precursor del pensamiento antiimperialista es José
Martí. Muy importantes son las contribuciones de Regalado en cuanto a
valorar el impacto del triunfo de la Revolución Cubana en esa abigarrada
izquierda latinoamericana que abraza la forma de lucha practicada con éxito
por Fidel y el Che, así como la explicación que él expone, honesta y clara,
en torno a los factores que inciden en que la teoría de la revolución de
Fidel y el Che no tuviera el resultado que sus creadores esperaban: “1) la
violencia contrarrevolucionaria y contrainsurgente desatada por el
imperialismo en sus dos vertientes, la empleada para bloquear, aislar y
estigmatizar a Cuba, y la utilizada para aniquilar a los movimientos
revolucionarios del resto de la región; 2) las debilidades, errores e
insuficiencias de las fuerzas revolucionarias, incluidas las pugnas que
impidieron su unidad; 3) la extrapolación de la estrategia y táctica
victoriosa en Cuba a naciones con condiciones y características económicas,
políticas y sociales muy diferentes, incluidas las dimensiones étnica y
cultural; y 4) el cambio en la correlación mundial de fuerzas que en América
Latina repercute a partir de la proclamación de la política de nueva
mentalidad de Mijail Gorvachov, en particular mediante las presiones que la
dirección soviética ejerció sobre el gobierno revolucionario de Nicaragua
para que concluyese a cualquier costo, un acuerdo político que pusiera fin a
la agresión del imperialismo.”

Regalado profundiza en el impacto que tuvo en América Latina el fin de la
bipolaridad, “con la invasión a Panamá en diciembre de 1989. La derrota
“electoral” de la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua en febrero de
1990, la desmovilización de una parte de los movimientos guerrilleros en
Colombia de 1990 a 1992 y como colofón, en la firma de los Acuerdos de
Chapultepec en enero de 1992, que pone fin a doce años de insurgencia en El
Salvador, el país latinoamericano donde esa forma de lucha alcanzaba el
mayor desarrollo e intensidad.”

También son muy interesantes sus apreciaciones sobre el proceso de
transnacionalización del capital y su impacto en la estructura social de
América Latina, en particular, en la estructura de clases. Su análisis sobre
las repercusiones políticas, económicas e ideológicas que este proceso de
transnacionalización tiene en las transformaciones del Estado y en la acción
política de las izquierdas, es fundamental, así como su caracterización de
los gobiernos de izquierda y progresistas. En esta dirección me parece muy
importante su señalamiento en torno a los aspectos negativos que tiene en
estos gobiernos sus concesiones al extractivismo, criticado duramente por la
izquierda social y los movimientos indianistas.

En capítulo de mi autoría, “La izquierda latinoamericana a 20 años del
derrumbe de la Unión Soviética”, reitero la necesidad de partir de reconocer
la variedad dentro de la izquierda, al grado de hacer necesario referir a
las izquierdas, así en plural: la institucional que transita por las vías
electorales de la democracia burguesa, la armada ortodoxa, la izquierda
social inorgánica y diversa y la izquierda autonomista relacionada
principalmente con la lucha de los pueblos indígenas, entre otras. Sostengo
que la caída de la Unión Soviética es un retroceso histórico junto con el
regreso del capitalismo a China y Vietnam, quedando sólo Cuba como país que
ha construido su socialismo a partir de condiciones endógenas y en el
contexto de un enfrentamiento de más de 50 años con Estados Unidos. Esta
debacle de la Unión Soviética y el campo socialista significa también
paradójicamente la posibilidad de un avance del socialismo libertario y
democrático. Critico las posiciones de quienes siguen actuando y pensando
como si la desaparición del socialismo real no hubiera ocurrido. Reitero,
asimismo, mis señalamientos sobre las distorsiones obreristas en el campo de
marxismo y los acotamientos de la izquierda partidista que ha devenido
funcional al sistema de partidos del Estado capitalista neoliberal. Defino a
la izquierda como la fuerza política que construye poder popular y sujetos
auto determinados a partir de la experiencia zapatista y el pensamiento
crítico de Rosa Luxemburgo y Raya Dunayesvskaya, y los análisis actuales de
Raúl Zibechi. Termino destacando la necesidad de estudiar las nuevas formas
que adopta el imperialismo, la contrainsurgencia y su derivado en lo que
denomino terrorismo de Estado global, y concluyo que ser de izquierda hoy en
día es luchar por el derrocamiento del capitalismo.

Por su parte, Hugo Moldiz, en su capítulo “La izquierda revolucionaria antes
y después de la caída de la URSS”, destaca que América Latina y el Caribe se
han convertido en un espacio en disputa entre dominación y emancipación,
proyectándose en primer lugar Cuba, su revolución, su partido y su pueblo,
que han enfrentado la permanente agresión del imperialismo, y en segundo
lugar sobresalen Bolivia, Venezuela y Ecuador, que han desplegado formas no
convencionales de organización y lucha. Señala un condicionante con el que
coincido plenamente para la definición actual de las luchas de la izquierda:

“Los métodos de lucha pueden variar y los objetivos estratégicos
redefinirse, pero las fuerzas de izquierda de Nuestra América, o son
radicales, o su destino inevitable es facilitar, aun a costa de su voluntad,
las estrategias de dominación.” Esta idea clave la fundamenta entre otros
argumentos, en dos citas de Lenin y Luxemburgo, respectivamente, de
indudable validez y pertinencia: “el reformismo, incluso cuando es
totalmente sincero, se trasforma de hecho en un instrumento de la burguesía”
(Lenin). "Quien se pronuncia por el camino reformista en lugar de y en
oposición a la conquista del poder político y a la revolución social, no
elige, en realidad, una camino más tranquilo, seguro y lento hacia el mismo
objetivo, sino un objetivo diferente; en lugar de la implantación de una
nueva sociedad, prefiere unas modificaciones insustanciales de la antigua…no
busca la realización del socialismo, sino la reforma del capitalismo.”
(Luxemburgo)

También coincido con Moldiz en su crítica a fomentar “el antagonismo y
construir una dicotomía entre lucha armada y participación electoral, cuando
más bien la historia de América Latina aporta ejemplos del carácter relativo
que tienen ambas vías…es tan mala la fetichización de la vía armada como de
la vía electoral, así como negativa la tendencia a fetichizar el poder.”

Moldiz cita a David Harvey para identificar la actual etapa del capitalismo,
“como una suerte de retorno a los mecanismos extraeconómicos utilizados
durante la fase de la acumulación originaria de capital, al que llama
“acumulación por desposesión” y su combinación con dispositivos propios de
la reproducción ampliada, es lo que el capitalismo ha puesto en marcha para
remontar una crisis multidimensional: financiera, productiva, alimentaria,
climática, política y moral…Esto quiere decir que el capitalismo busca
resolver su crisis por la vía de la violencia, el despojo y el asalto, como
lo hizo en sus orígenes y como lo hace ahora en Asia y África donde el uso
de su poderosa maquinaria bélica acompaña una inusual campaña
neocolonizadora.”

Coincido plenamente en el reconocimiento de Moldiz a los aportes de los
pueblos indígenas a la teoría y práctica emancipadora, “al restablecer,
previa redefinición del concepto, la vigencia de una comunidad basada en la
reciprocidad, la solidaridad y la cooperación entre sus miembros”,
advirtiendo al mismo tiempo sobre los peligros del etnicismo.

Se destaca también su conclusión sobre el cuadro de situación de la América
Latina del siglo XXI, en el sentido de que “no se hubiese llegado hasta
donde está en la actualidad, de otra forma que no sea mediante la
convergencia de la lucha social y política de los movimientos sociales, más
allá de los partidos tradicionales de izquierda.”

Su clasificación de las izquierdas en la geografía política de América
Latina es sugerente, aunque controvertida: una izquierda revolucionaria que
apuesta al socialismo; una izquierda reformista que no reniega del
capitalismo, “que continua aspirando a materializar el mito del desarrollo;
la vieja y nueva ultraizquierda que aplica mecánicamente el marxismo dentro
de un reduccionismo economicista. Mi divergencia es que Moldiz sitúa a los
que denomina “autonomistas más radicales y los esencialistas del indianismo”
dentro de esta corriente, señalando al EZLN por sus críticas a López
Obrador, cuestión que merecería un debate de mayor profundidad en cuanto a
la situación mexicana.

Moldiz plantea lo que denomina los grandes desafíos: “Seguir desplegando la
capacidad de administrar bien la energía acumulada en años de avances y
retrocesos, y cuidar los espacios conquistados en más de una década de haber
recorrido un sendero posneoliberal…Un segundo desafío…es continuar por el
camino de la ampliación de la democracia,” tomado en cuenta la amplia
participación de “los de abajo”...Es en la democracia de la calle, en la que
los pueblos han triunfado previamente a su victoria institucional en las
urnas: esa es una verdad que los ideólogos burgueses pretenden enterrar por
las grandes lecciones teóricas y políticas que aporta a la practica
universal…Esto conduce a un tercer desafío: establecer una relación de nuevo
tipo entre el Estado y la sociedad, entre el Estado y la comunidad.” El
cuarto desafío que plantea nuestro autor es la necesidad de otro tipo de
Estado “que vaya dejando atrás las lógicas de dominación y represión al
servicio del capital y se vaya convirtiendo en un espacio para concentrar la
participación del pueblo y desarrollar las lógicas del trabajo y la vida…Un
quinto desafío para la izquierda en general, revolucionaria y reformista,
aunque más para la primera que la segunda, es como transitar de un tipo de
producción a otro, lo que significa abandonar el carácter exportador que le
ha asignado a nuestras economías, en mayor o menor medida, desde la
colonia.”

Como puede observarse de lo hasta ahora expuesto, muchos son los aportes de
los diferentes autores de este libro, mismos que continúan en los siguientes
capítulos que por la extensión misma de esta reseña, ya no desarrollo. El
texto contribuye de manera importante al debate de las ideas que nuestra
realidad esta reclamando.

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