jueves, 20 de diciembre de 2012

Invasion de Panama. Enviado por Vicente Rios


Estimados Contertulios en la red: saludos. Con motivo de la conmemoración del vigésimo cuarto aniversario de la invasión norteamericana del 20 de diciembre de 1989, les hago llegar un segmento del libro de mi autoría “Por los Senderos de la Patria y más allá”, editado en el año 2002, sobre el tema.
Atentamente.
Dr. Augusto Fábrega D.
Maestro de enseñanza primaria y
Médico.
Panamá, 19 de diciembre 2012.

LA INVASIÓN A PANAMÁ  DEL 20 DE  DICIEMBRE DE 1989
Uno de los episodios más sangrientos de la historia de Panamá se produjo el 20 de diciembre de 1989, cuando los Estados Unidos de Norteamérica intervinieron en el istmo con 30,000 soldados y la más moderna tecnología de guerra, incluido el avión Stealth, invisible para los radares.
Según informes del Instituto de Geociencias de la Universidad de Panamá, en las primeras 13 horas de la invasión, los Estados Unidos de América lanzaron 422 bombas sobre la ciudad de Panamá, hubo un minuto en que cayeron 23. Se arrojaron como promedio una bomba cada 2 minutos. La primera explosión fue registrada por el sismógrafo de la Universidad de Panamá, a los 00:46  minutos del 20  de diciembre de 1989. A la una de la madrugada se produjo una de las explosiones de mayor poder, de 1,7 en la escala de Richter en Tocumen, durante la hora subsiguiente se registraron 55 explosiones en ese mismo lugar.
Hay quienes consideran que Panamá fue en alguna medida una especie de ensayo general para la guerra del Golfo Pérsico.
Al evaluar el saldo trágico de la invasión del 20 de diciembre, es necesario indicar en primera instancia que millares de panameños, sobre todo civiles, que no participaban de la contienda fueron ultimados. Tanto las autoridades panameñas surgidas después del 20 de diciembre de 1989, como fuentes  norteamericanas pretendieron cifrar el número de muertos en alrededor de 350 personas, sin embargo fuentes independientes, indican que el número de víctimas fatales fue de 2,000 personas, por su parte Ramsey Clark, quien fuera procurador general de los Estados Unidos  durante el gobierno del presidente Jimmy Carter, asevera que lo más razonable es considerar que las bajas panameñas producidas por la invasión norteamericana fueron  de alrededor de 7,000 personas.
Un aspecto que no fue cubierto por los medios de información internacionales fue el de la resistencia en muchos casos heroica, que opusieron los panameños a los norteamericanos. Aunque todo parece indicar que las tropas istmeñas fueron abandonadas en la mayoría de los casos por los altos jefes, algunos oficiales (entre los cuales se cita a  Daniel Delgado Diamante, Carlos Arosemena King, Virgilio Mirones, Asunción Gaitán, Moisés Cortizo, Carlos Saldaña, Gonzalo “Chalo” González, el capitán Garrido jefe  de la Unidad Especial Anti–Terror (UESAT), ubicada en el cuartel de Panamá Viejo,  Víctor Manuel Casanova, Pablo Arnay, etc.), centenares de soldados anónimos de las fuerzas de defensa, integrantes de los Batallones de la Dignidad y civiles, lucharon con vehemencia contra los invasores.  Existen testimonios acerca del arrojo con que los istmeños combatieron  en el cuartel Central y en los cuarteles de Panamá Viejo y Tinajita, en la Base Naval de Coco Solo, en el Aeropuerto de Paitilla Marcos A. Gelabert, donde un puñado de jóvenes combatientes enfrentó a tropas de elite norteamericanas, integrantes de las unidades SEALS (sea, air, land, = mar, aire, tierra) causándoles  un número importante de bajas y la destrucción de un helicóptero. La resistencia ofrecida por los soldados panameños en la sección canina de las Fuerzas de Defensa, ubicada en la Avenida Juan Pablo II, fue destacada  por un civil norteamericano que vivía en las proximidades. Indica el testigo aludido, que contra  tres combatientes panameños, fueron arrojadas tropas de tierra, con el auxilio de helicópteros, la lucha cesó con la muerte de los tres istmeños. En su relato al periodista Ricardo Lince, publicado en el periódico El Siglo del 20 de diciembre de 1993, el mayor Carlos Saldaña, pondera el heroísmo con que combatieron “un pelotón de mujeres que rechazaron las acometidas de comandos del ejército norteamericano en una instalación en el Camino de Cruces y mantuvieron a raya a las fuerzas invasoras hasta que quedaron sin municiones y se retiraron de esas montañas”. En un detallado testimonio, de Asunción Eliécer Gaitán, publicado en los diarios español El País y el mexicano La Jornada, y reproducido en el No. 13 de la Segunda Época, de la revista panameña Marcha de diciembre de 1999, el oficial de las fenecidas Fuerzas de Defensa de Panamá, relata su versión sobre algunos de los hechos expuestos y da también detalles de los  ataques a  las instalaciones de la  embajada estadounidense y a “Quarry Heights”, sede del comando operativo norteamericano. En su testimonio, Gaitán destaca la incorporación a su grupo de seis muchachas civiles voluntarias,  cuatro de las cuales murieron en combate, el derribamiento de un helicóptero por parte de un muchacho apodado “Hormiga” (“porque era muy trabajador”)  y la destrucción de dos blindados estadounidenses en la Avenida Nacional.
Aún, Gordon Rottman, una fuente norteamericana, se ve precisada  en su obra: Panamá 1989-90, de la serie Ejércitos y Batallas, 16, Tropas de Elite, 9, a reconocer  que en algunos puntos como  en el Cuartel Central y en Amador, en el sector pacífico y  en  France Field (Campo Francia) y en la Base Naval de Coco Solo, en el sector atlántico fue tenaz la resistencia que encontraron los norteamericanos.  El mismo Rottman, señala que “Todavía en marzo de 1990, 16 militares de los EE.UU. y 11 panameños fueron heridos en un ataque con granadas…”. Por su parte John Dingues en su libro sobre la invasión a Panamá “Our man in Panama”, destaca la resistencia que en Amador le ofrecía a las tropas del General  Mark Cisneros, el capitán panameño graduado en la Academia Militar Norteamericana de West Point, Moisés Cortizo.
Los norteamericanos adujeron que la intervención en  Panamá que originalmente denominaron “Operación Cuchara Azul” y luego nombraron “Operación Causa Justa”, la realizaban para devolver la democracia a Panamá y apresar al General Manuel Antonio Noriega, a quien acusaban de estar vinculado al narcotráfico; sin embargo, muchos analistas consideran que de haber sido este el propósito de la acción militar, se hubiese podido realizar una operación comando para apresar a Noriega y a sus colaboradores más cercanos, sin causar el número de víctimas fatales que la invasión produjo. Estos mismos analistas citados aducen que el verdadero propósito de la intervención en Panamá fue el de desmantelar las Fuerzas de Defensa, que ellos mismos habían ayudado a desarrollarse desde el año de 1936, con los nombres de Policía Nacional, Guardia Nacional y Fuerzas de Defensa, sucesivamente.
El 10 de julio de 1992 el  General Manuel Antonio Noriega fue condenado por un tribunal de la ciudad de Miami a  40 años de cárcel  por narcotráfico, actualmente Noriega es el único prisionero de guerra que tiene los Estados Unidos de América, el condenado se encuentra en una cárcel de máxima seguridad.  Y según David Harris, autor del libro Disparando a la luna – La verdadera historia de una cacería humana como ninguna otra jamás,  Manuel Antonio Noriega “Es el único líder en el mundo que ha sido capturado y llevado a EEUU por violar las leyes de Estados Unidos desde otro país.”
La invasión a Panamá del 20 de diciembre de 1989, fue internacionalmente rechazada y criticada por múltiples sectores, el primero de los muchos intelectuales de renombre mundial en pronunciarse en este sentido fue el escritor mexicano doctor honoris causa por la Universidad Nacional de Educación a Distancia de España, galardonado con los premios Rómulo Gallegos, Cervantes y Príncipe de Asturias: Carlos Fuentes, quien en un extenso artículo publicado en “El Periódico” (órgano de prensa, vocero de los panameños opuestos a la invasión), realiza un análisis profundo acerca de esta acción bélica y sus implicaciones. Además, en el artículo citado, Carlos Fuentes señala  como una de las motivaciones que le indujo a elevar su voz de protesta, el hecho que nació en la República de Panamá, cuando su padre era encargado de negocios del Gobierno de Plutarco Elías Calles, en El Istmo, en 1928.


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