viernes, 7 de mayo de 2010

NIkita y yo

Nikita y yo

 

 

1.     Octubre del ‘64

 

Unión Soviética en los ‘60. País inmenso, casi desconocido para los jóvenes de entonces, para el común de los mortales. Más prejuicios que conocimientos. Casi un país de leyenda, pero de leyenda negra. Stalin. Cortina de hierro. KGB. Chefs con recetas secretas con ingredientes de niños, monjas, curas. La bomba de hidrógeno de cuarenta megatones. Intelectuales desconocidos. Algún escritor, pero disidente: Pasternak, Soljenitsin... Muchos escritores conocidos de la época zarista: Gogol, Tolstoi, Chejov. Gorki, cabalgando entre ambos períodos y posturas. Referentes para intelectuales. La opinión pública era formada en nuestro país más bien por Selecciones del Reader’s Digest, El Mercurio y equivalentes, las revistas de monitos bélicos made in USA (¿alguien recuerda Joe Palooka?).

 

La cortina de papel antisoviético rota a ratos por golpes noticiosos más auspiciosos. El primer satélite, el Sputnik, en 1957, y sus derivados: Laika, el primer cosmonauta en 1961, Gagarin, la primera mujer cosmonauta, Valentina Tereshkova. La técnica de combatir la miopía mediante cortes en el globo ocular –que me hacía suspirar de esperanzas. Y Kruschev, con aspecto de campesino campechano, humor grueso y manos anchas, su zapato golpeando el podium en Naciones Unidas, sorprendiéndose socarronamente ante el arte moderno (haciendo, quizás sin saberlo, el rol del niño gritando que el rey estaba desnudo). Él era el referente amable y único para muchos de nosotros, recién llegados a Moscú a fines de agosto de 1964, aún con sol de verano. Llega otoño, y nosotros estamos en pleno proceso de adentrarnos en ese país, esas gentes amables y cálidas.

 

A mediados de octubre de ese año, nos convocan al atardecer a los estudiantes chilenos. Los 42 recién llegados, ignorantes del idioma, no conocemos la noticia bomba publicada ese día por el Pravda. Presiden la reunión el coordinador de la Facultad Preparatoria, algún otro profesor. León se sienta a la mesa allá adelante, le pasan el diario y empieza a traducir el editorial, con alguna ayuda en ciertos momentos. Me pareció un texto incomprensible aún traducido. Terminada la lectura, el coordinador pregunta si hay preguntas. No las hay, todos parecen haber comprendido a cabalidad y estar de acuerdo. Los presentes apenas se miran entre sí. Todo está claro. No está claro, murmuro yo en voz baja a mis vecinos, no explica nada. Nadie me respondió. Afuera hablamos, dice alguien.

 

Fue mi primer encuentro con un lenguaje que me acompañaría en adelante. Un dialecto para entendidos, galimatías o jerigonza para los otros, lleno de siglas, de conceptos globales, de esos que se supone no requieren mayor análisis específico de las diversas situaciones: al auditor aplicarlos según su buen entender. Meses, años después, me quedaría claro que hacer preguntas en tales casos equivale a debilidad ideológica, la enfermedad más grave que pueda existir.

 

¿Qué decía el editorial? Nikita Serguievich Kruschev ha presentado su renuncia a sus cargos (Secretario General del PCUS desde 1953; primer ministro, desde 1958) “por su avanzada edad y el deterioro de su estado de salud”. El PCUS reafirma su línea política, es enemigo del subjetivismo, de la fanfarronería, de las medidas apresuradas, del desprecio a la experiencia del pueblo, del culto a la personalidad. El Partido se guía en su accionar por el principio leninista de la dirección colectiva.

 

En la primera clase del día siguiente, el profesor que hablaba español se vio obligado a traducir lo anterior al lenguaje común en beneficio de los bisoños, ejemplificando. Nikita había condecorado como Héroe de la URSS a Gamal Abdel Nasser, presidente de Egipto (en ese momento RAU, República Árabe Unida, en conjunto con Siria, me parece); había prometido un préstamo a Irak; en comunicación con un cosmonauta girando allá arriba, le felicitó y le prometió aceptarlo en el PCUS; había llevado la polémica con China al nivel personal, obviando el aspecto ideológico; etc. Era de agradecerse la tentativa de explicación, pero era obvio que pasaría tiempo antes de comprender exactamente lo que esas acusaciones comportaban. Era un continente ideológico-político-geopolítico demasiado extenso. Poco tiempo después supe que las obras completas de Marx tenían poco más de cuarenta tomos, las de Lenin casi cincuenta, las de Engels tenían también sus hojitas. La Historia del PCUS y las Nociones de Marxismo-Leninismo tenían casi novecientas páginas cada una. Y todo en hermosas letras cirílicas.

 

Para que el impacto en los soviéticos no fuera tan grande –después de todo Nikita había inaugurado la coexistencia pacifica, una política exterior dinámica, visitando numerosos países, tomado medidas que en algo habían elevado el nivel de vida de los ciudadanos, permitido cierta apertura que había posibilitado publicar ciertos libros (entre otros, el Doctor Zhivago, de Pasternak), con tentativas de liberalizar y descentralizar la economía-, se le trató con ciertos miramientos, dejándolo como miembro del CC (pero se le expulsó en 1966), dejándole el uso de su departamento y su dacha (de los que también se le privó poco después). Desapareció de los medios, pero se sabía que no estaba pasando sus vacaciones en Siberia y que estaba vivo. Un gran avance con respecto a la década anterior. Ni qué decir respecto a los años ´30 y ´40, en que no se perdía sólo el cargo y los honores. El cambio en el equipo dirigente –tiraje a la chimenea bastante sui generis- acentuaría la lenta y ya sistemática baja de la economía, alejando su modernización, incluyendo la utilización de nuevas tecnologías, que habían constituido la gran preocupación de Krustchev en los últimos años.

 

Desaparecía así un referente para los recién llegados (no para los de la JJCC, supongo, que tendrían las cosas claras: el norte, el faro, era el Partido, punto, cuyas orientaciones eran compendio de la Biblia, del Corán y similares). Las cosas se pusieron más serias, aún más grises. Ya no se habló casi nada de la kukuruza (maíz), de la conquista de las tierras vírgenes. Ya no había tantas sonrisas en los retratos gigantes en la Plaza Roja ni en las noticias televisadas. Los nuevos dirigentes (Leonid Brezhnev, Primer Secretario del PCUS; Alekséi Kosyguin, Presidente del Consejos de Ministros de la URSS; Nikolái Podgorny[1]) parecían salidos derecho de un libro de Charles Dickens, con sus rostros adustos y aún un tanto siniestros gracias al evidente retoque de sus fotos, sus abrigos oscuros, sus bufandas y sus sombreros de otra década.

 

 

2.     Prolegómenos y postdata

 

Durante décadas me había preguntado qué había transcurrido entre bambalinas en las semanas y meses previas a su despido. Hace algunas semanas, teniendo ahora internet a mi disposición, reemprendí la búsqueda de información. Nada. Hasta que caí sobre las memorias de Serguei Kruschev, hijo de Nikita[2]. Cito algunos datos sobre el antes y el después de aquel octubre.

 

Hacia octubre de 1964, varios problemas importantes estaban ya a la orden del día –sobre todo en las preocupaciones de Nikita- en vísperas del Plenum del CC, que debía reunirse en noviembre-diciembre. La producción agrícola había crecido en la década, pero el aumento de su productividad estaba lejos de las metas. Preocupaba al Secretario General el alto promedio de edad del Presidium del CC (sesenta años). Unido a ello, el tema de la generación de recambio en el Partido, el gobierno y el Estado. Para evitar las luchas fratricidas del pasado, Nikita estimaba que el procedimiento de recambio debía establecerse en una ley ad hoc. El 22° Congreso del PCUS (octubre de 1961) había decidido dicho cambio, pero Nikita quería ir más lejos, estableciendo dichos principios en la Constitución. También deseaba ampliar el Plenum del CC. Pero no lograba hacerse el tiempo para profundizar el análisis antes del Plenum. Por eso decidió tomarse dos semanas de vacaciones lejos de las distracciones de la gestión diaria.

 

En ese período, y desde diferentes fuentes, el círculo más cercano del SG recibía noticias y rumores de que un complot estaba en marcha para sacarlo del poder, según relata Serguei. Sin embargo, extrañamente las reacciones ante dichas informaciones fueron, por lo menos, débiles y en ciertos casos inexistentes:

 

§         En septiembre de 1964, los más importantes miembros del gobierno y del partido partieron a Baikonur para las últimas pruebas y toma de decisiones sobre la elección y el inicio de la fabricación de los nuevos cohetes intercontinentales. Por una afección al pie, Serguei se quedó en su departamento en Leninskie Gori –donde residía también su padre. Un día sonó el teléfono exclusivo del Secretario General. Serguei respondió diciendo que Nikita no estaba en la ciudad; quién llamaba se identificó como Galioukov, ex jefe de seguridad de Ignatiev (miembro del Presidium[3] del CC del PCUS hasta el 22° Congreso), e insistió en la urgencia de comunicarse con Nikita, para transmitirle información sobre un complot que se preparaba en su contra desde el verano y en el cual participaba mucha gente (Chelepin, Podgorni, etc.). Ante la insistencia, deciden encontrarse en la calle minutos después y allí le amplía la información. Galiukov le habla de una serie de reuniones y conversaciones misteriosas durante las vacaciones en Sochi, donde acompañaba a su jefe Ignatiev. Serguei comprendió más tarde que sus teléfonos, incluidos los de Nikita, estaban intervenidos.

§         Después sabría que su hermana Rada había recibido un llamado ese verano, y una mujer le dijo que había planes para sacar a Nikita del poder; Rada le respondió que no era a ella a quién debía dirigirse, que no podía hacer nada, y que no la llamara más (efectivamente, la mujer no llamó más). También le hizo advertencias en ese sentido Pibobarov, quién trabajaba en el CC.

§         En ese 1964, un secretario del CC del PC de Georgia avisó que el secretario de ese partido le había dicho que ya era tiempo de terminar con Nikita.

§         Adjubei, primer redactor de Izvestia y esposo de una hija de Nikita, recibió la información que los hilos del complot llevaban a Moscú; pero él no transmitió esta información a su suegro.

§         Estas informaciones habían llegado al CC del PCUS, incluyendo a Chuisky, primer asistente de Krustchev, su colaborador desde los tiempos de Stalingrado.

 

Finalmente, Serguei contó todo a su padre, quién no creyó que gente tan diferente (Brezhnev, Podgorni, Shelepin, Ignatiev) pudieran unirse en un complot, quizás si Ignatiev. Aunque parezca increíble, Nikita preguntó directamente a los posibles implicados, quienes negaron todo. A pedido de Nikita, Mikoyan[4] se entrevistó con Serguei y con Galioukov, para que se formara una opinión. Según Galioukov, hacía años que Ignatiev tenía mala opinión sobre Nikita, sobre todo después que fue excluido del Presidium del CC en el 22° Congreso, pero solo en este verano de 1964 había iniciado conversaciones con varios dirigentes para sacar a Nikita, aún con aquellos con quienes tenía malas relaciones (Chelepin, Semichasni, Brezhnev, Podgorni); Ignatiev quería volver al Presidium del CC y ser Presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS.

 

Finalmente, Nikita y Mikoyan no hicieron nada para contrarrestar el complot. Serguei piensa que su padre no quería creer en el complot, en que estarían mezclados amigos y camaradas de tantos años en la construcción del socialismo, en la guerra patria, a los cuales había ayudado tanto, salvando la vida de algunos, ante sospechas paranoicas de Stalin; a quienes había ayudado a promover, etc. Ni siquiera puso en marcha el aparato del Estado, no buscó aliados. No quería resistir. Estaba física y moralmente agotado, no tenía la fuerza ni el deseo de luchar por el poder. La tarea de gobernar le  era cada día más pesada y menos efectiva, el aparato del Estado trastabillaba. En 1957 había luchado porque al frente tenía a los estalinistas, era el futuro del país el que se jugaba. Ahora, al frente tenía a quienes él había elegido como los mejores, los más capaces, aunque no fueran los ideales; eran sus colaboradores, su equipo. Ellos serían sus reemplazantes, lo tenía claro cuando pensaba en el futuro desde que había cumplido 70 años de edad. Además, ya no podía triunfar ahora en 1964: ya no lo apoyaba el aparato, ni el ejército ni el KTB, ni el pueblo. Triunfar ahora significaba reemplazar a sus antiguos colaboradores. ¿Reemplazarlos por quién? Los intentos de dar lugar a nuevos colaboradores no habían dado buen resultado en el último tiempo. Nikita estaba listo para irse en cualquier momento. Serguei nunca habló de esto con su padre.

 

Todo estaba listo para el último capítulo, podemos agregar. Cuando Nikita estaba en vacaciones en la región caucásica de Abjasia, Suslov lo llamó el 12 de octubre e insistió para que volviera inmediatamente a Moscú, que todos los miembros del Presidium estaban allí reunidos, que habían surgido urgentes problemas sobre la agricultura que no podían esperar a la reunión de noviembre. Nikita dijo a Mikoyan, que lo acompañaba en sus vacaciones, que tales urgencias no existían y que, probablemente, se trataba de los temas que le había transmitido su hijo, concluyendo: “Si se trata de mí, no lucharé”.

 

Los conspiradores informaron sólo a última hora de lo que preparaban a importantes dirigentes: Suslov, Kosygin, Malinovsky[5], pero ya habían convocado a jefes militares.

 

El 13 de octubre, Nikita desayunó tranquilamente. Antes de tomar el avión para Moscú, revisó el correo, aunque ya suponía que no era necesario. Esa mañana ningún teléfono sonó en su dacha. Como último acto oficial, recibió allí a una delegación francesa. En el aeropuerto, ninguna autoridad local estaba presente para despedirlo. Tampoco las había al aterrizar en Moscú, en Vnukovo. Todo estaba jugado, y ya se sabía.

 

La reunión se prolongó por dos días. Todos los presentes votaron por su remoción, la que fue comunicada al mundo solo dos días después.

 

Nikita pasó el resto de su vida dedicado a la jardinería y preparando sus memorias[6]. Fueron siete años de exilio interior, a pocos kilómetros de Moscú.

 

Murió el 11 de septiembre de 1971, a los 77 años. Había nacido en abril de 1894.

 

 

 

PAM/

10 Abril de 2010

 

 

 

 



[1] Podgorni fue Presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS (9 diciembre 1965 al 16 de junio 1977). Fue sucedido por Brezhnev (16 junio 1977 al 10 noviembre 1982; murió en el cargo). Alekséi Kosygin fue Presidente del Consejo de Ministros de la URSS entre 1964 y octubre de 1980, fecha en que dimitió por enfermedad; murió el 18 diciembre de 1980.

[2] Никита Сергеевич Хрущев. Автор: Сергей Хрущев. http://bibliotekar.ru/polk-22/index.htm

 

[3] Presidium = Politburó. Máximo órgano de gobierno y de dirección del PCUS.

[4] Anastás Mikoyán, Presidente del Presidium del Soviet Supremo (1964-1965); se retiró voluntariamente de dicho cargo, siendo sucedido por Podgorni. Mikoyán fue el más cercano aliado de Krustchev, aunque se afirma que votó finalmente por su retiro (la tradición requería votación unánime). Murió de causas naturales el 21 octubre 1978.

[5] Rodión Y. Malinovski, Ministro de Defensa (1957-1967), Mariscal de la URSS, miembro del CC del PCUS. Jugó un papel central en la 2° guerra mundial, incluido en la batalla de Stalingrado. En el último tiempo tenía opiniones contradictorias con Kruschev, quién veía que las futuras guerras serían ganadas con ataques de misiles nucleares y que deberían reducirse las fuerzas convencionales. En cambio, Malinovski veían los misiles como herramienta para prevenir la guerra y no como arma principal del conflicto; para él, el factor decisivo seguiría siendo un ejército eficiente y con tecnología militar moderna. La gestión de Kruschev de la crisis de los misiles le alienó definitivamente a Malinovski, quién posteriormente reclamó públicamente que debía darse más voz al estamento militar en la política estratégica de la URSS. El descontento del ejército animó el golpe contra Krustchev. Malinovski falleció el 31 de marzo de 1967.

[6]Khrouchtchev, Souvenirs, Éditions Robert Laffont, 1971. Edición original: Khrushchev remembers, Little, Brown and Company, 1970. Estas memorias llegaron al extranjero por partes, y el editor, después de minuciosas verificaciones de su autenticidad, las publicó. Es una muy interesante lectura.

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