lunes, 27 de abril de 2009

Entrevista a Rivera Letelier

Hace una semana se celebró nuevamente la Cumbre Huachaca. Como, además, estamos en año de elecciones, parece oportuno reproducir esta entrevista al escritor realizada por la Revista Huachaca en enero de 2008. Hay aquí más cacumen que en cualquiera entrevista a los "líderes" políticos. Salud. PAM

Hernán Rivera Letelier:

“Con la cara de guachaca que tengo, estoy condenado “ a ser del pueblo.

Sonaron los políticos, se bajó para siempre el candidato a diputado más transversal de la historia. Averigüe por qué mandó todo a la cresta y se quedó en lo suyo, escribiendo. Y sepa por qué no celebra el Bicentenario.

(Entrevista en El Guachaca 15, casi enero 2008)

Hernán Rivera Letelier conoce bien este país. Lo recorrió a dedo en su época hippie y se transformó, después de 30 años de ser explotado en una salitrera, en un súper ventas. En Francia lo nombraron Caballero de las Artes y de las Letras y El Fantasista, su última novela, entró hasta en Brasil. Se han hecho obras de teatro con sus libros y le piden que dé charlas en las universidades. Pero él no se ha puesto hueón.

Don Hernán, ¿qué podemos celebrar para el Bicentenario?

-Yo no celebro ninguna Fiesta Patria, siempre me han dado en las pelotas. Soy anti Fiestas Patrias, anti Año Nuevo, anti Pascua, anti día de la madre. Toda fiesta que me la impongan, no va conmigo.

Pero, ¿no es como para enorgullecerse que Chile cumpla 200 años como República?
-Sí y no. Creo que Chile es un país muy lindo, pero la independencia de Chile, así como la de todos los países de América, aún no es completa. Dependemos de los grandes grupos empresariales transnacionales, de Estados Unidos, de la subida o bajada del euro...

¿Cree que la explotación que usted conoció en las salitreras se replica en grande entre países?

-Claro, el país es uno, y si uno no se siente libre es porque el país no es libre, si uno se siente explotado, es porque el país está explotado. Me empelota cuando hablan de la patria, ¡si la patria somos nosotros! Mientras nos sintamos como la mierda, el país anda como la mierda.

¿Usted cree que la gente se siente mejor o peor que antes?

-La gente siente una desilusión muy grande que está corroyendo su vida. Esperó mucho de la vuelta a la democracia y de la primera mujer Presidenta.

Y usted, ¿qué esperaba?

-Fundamentalmente, la sensibilidad de mujer en el Gobierno, especialmente hacia lo social. Siendo Presidente mujer, y más encima socialista…

O sea, que la plata del cobre se gastara en vez de ahorrarla…

-Por supuesto, si hay tantas cosas que hacer. Es como si esto fuera una familia y tuviéramos hijos enfermos, o sin zapatos, y estuviéramos ahorrando.

Usted fue generalísimo de la candidata en Antofagasta, ¿le han cobrado la cuenta?
-A mí no me cobran la cuenta, se la cobran a la Presidenta. Pudo haber hecho un gobierno histórico, pero lamentablemente no tuvo la sabiduría que debieran tener los líderes, que está en la gente que escogen para trabajar. Si escogen mal, el gobierno se le va a la chuña.

Usted casi fue diputado.

-Menos mal que no fui.

¿Qué le pasó por la cabeza que decidió postularse?

-Seguramente me pillaron en el minuto hueón. Todos tenemos el minuto hueón.

¿Usted tenía amigos políticos?

-No, a mí me llamó el presidente del PS y me lo ofreció. Yo me dije “suácate, si no acepto, va a ser demasiado cómodo”.

Hubiera sido decir “yo, como escritor, estoy bien, no quiero problemas”. Pero a mediados de la campaña me di cuenta de que aunque me eligieran, un solo diputado o senador no puede hacer nada, porque todo se negocia.

Los acuerdos, las órdenes de partido.

-Claro. Levanté un poquito la carpa de la política y miré hacia adentro y me di cuenta de que yo no sirvo para eso.

¿Cómo define lo que vio?

-Vi un mundo sin una pizca de sensibilidad, donde la vocación de servicio es un concepto nomás. El 99,9% de los políticos no tiene vocación de servicio. Es una falacia.

¿Y eso se nota en el trato?

-No, al contrario. Tú conversas con ellos y te vas pensando que los tipos nacieron para servir, pero es puro discurso. Eso es la política, convencerte de algo que no es.

Pero, ¿no le hubiera gustado encarnar al sentido común dentro del Congreso? ¿O temía que lo transformaran a usted?

-De transformarme, nunca. Hubiera sido la piedra en el zapato del Congreso, el pelo en la sopa, la espina atravesada en la garganta de los hueones. Todas esas normas, estatutos y huevadas del Congreso me dan en los cocos.

O sea, no vuelve a postularse.

-Nunca más.

¿Y como alcalde?

-Me han ofrecido, pero tampoco. Me di cuenta de que mi trinchera es la palabra.

“Si se dejan de vender mis libros, me busco trabajo en una construcción”

Rivera Letelier quedó huérfano siendo un broca cochi. De adolescente vendió diarios y fue mensajero. Pasados los 20 se empleó en una oficina salitrera, se casó y terminó el colegio después, en nocturna. Da la PAA y saca más de 700 puntos, pero sigue de obrero, como si nada. “Yo estaba casado, tenía hijos, trabajaba, ganaba una miseria, estábamos en tiempos de la dictadura… Ir a la universidad era un sueño nomás. Hice la PAA nada más que por probarme”, dice. Igual, ya había descubierto, a los 18 años, que sería escritor, en su época hippie, cuando estaba durmiendo en una playa: “Hacía una semana que no comíamos nada contundente, puro té y pan, y escuchamos de un concurso de poesía en la radio, donde el primer premio era una cena en un hotel... Ahí, sin nunca antes haber escrito nada, hice un poema y me gané la cena. Y nunca más paré de escribir. No conocía a ningún escritor. Leía pura basura, lo más intelectual que había leído hasta entonces eran las selecciones del Reader Digest. Nunca había entrado a una biblioteca –comenta–, me crié en un hogar donde no había ningún libro, no se compraban diarios, nada. Eran un lujo. Y yo, apenas aprendo a leer, no paré más. Me conseguía revistas. En mi casa, en cambio, mis niños nacieron rodeados de libros, jugábamos desde guaguas a inventar cuentos... y no están ni ahí con la lectura. No nacieron con el germen. Viven nomás”.

Por eso cree que el maletín literario es bueno, y no sólo porque esté La Reina
Isabel
Cantaba Rancheras: “Mi teoría es la siguiente: lo que puede hacer uno es despertarle el bichito al que nació con el germen de la lectura adentro. Porque yo soy convencido que así como se nace para escritor, se nace para lector. No importa que algunas familias pesquen los libros y los vendan, no por ellos vamos a dejar de regalarles a la gente que sí los va a leer”.

¿Y qué le pasa con las críticas?

-No me reconozco para nada, al menos en las críticas de Chile. Si tomas las críticas que se han publicado en Europa de mi último libro, El Fantasista, y las comparas con las que se han escrito acá, del mismo libro, da la impresión de que están hablando de libros completamente distintos. Acá no se me reconoce nada y en Europa algunos me ponen a la altura de un Juan Rulfo.

¿Le importa qué digan en las críticas?

-Cuando tú vendes, cuando tienes la respuesta de los lectores, ya las críticas importan menos. Yo aprendí desde el principio que ni la mala crítica ni la buena hay que tragársela. Tampoco creo que sea tan bueno como dicen en Europa ni tan malo como dicen acá.

¿Qué rescata de una mala crítica?

-Al único al que le haría un poco de caso, aunque no comulgo con sus ideas, pero lo respeto mucho por la lucidez intelectual y literaria que tiene, es al cura Valente. A mi primer librito de poesías, Poemas y Pomadas, le hizo una crítica muy buena.

¿Y nunca ha quedado disconforme con algo de un libro y justo le critican eso?
-En La Reina Isabel me criticaron que había demasiado adjetivo, y yo decía que no, que cada adjetivo estaba pesado, medido y puesto ahí, y que si se sacaba, se derrumbaba todo el libro. Mentira, ahora yo le tarjaría 5.000 adjetivos. Pero no lo toco. Así nació y así se va a quedar.

¿Corrige mucho?

-Yo trabajo mucho, corrijo y re-corrijo. Creo que en la corrección está el arte. Arte, igual forma. El fondo puede ser muy importante, pero si no tiene la forma adecuada, se pierde.

Para uno los escritores son seres etéreos que viven de la inspiración, uno se olvida de que no bastan las puras ideas, que hay que trabajarlas harto.
-Pero hay algunos que trabajan para parecer etéreos, para parecer que bajaron recién del Olimpo. Miran al resto debajo del ala, diciendo “yo soy escritor, yo publiqué un libro”. Y no se dan cuenta de que eso se lo regalaron, que ese don viene incorporado. ¿De qué se jacta el huevón?

O sea, ¿para usted el arte es innato?

-O se nace o no se nace con ese germen, el que no lo tiene, está frito. Yo no elegí escribir como un oficio, sino que como un destino. Yo me quiero morir escribiendo. La profesión incluye fracasos y éxitos, en cambio, con el destino estás frito, vas a escribir igual. Si yo jamás hubiera tenido éxito, igual estaría escribiendo. Y si mañana me dicen “señor Rivera, sus libros ya no se venden, no lo publicamos más”. Conforme, me busco un trabajo en una mina, en una construcción, pero sigo escribiendo, porque es un destino.

“Soy un cabrito todavía”

Cuando empezó a escribir La Reina Isabel cantaba rancheras, sus amigos le dijeron“estai hueón, estai loco, el tema de lapampa ya nadie lo pesca”. Pero insistió,porque era lo suyo. “Yo no escribo paravender, yo vendo lo que escribo”, dice.Otra cosa que llama la atención en latracalada de libros que ha publicado y quehan sido traducidos a muchos idiomas,como Himno del ángel parado en una pata, Fatamorgana de amor con banda de música, Donde mueren los valientes y Los trenes se van al Purgatorio, su descripciónde las mujeres es acertadísima.

Ya lo veo escribiendo una novela con una voz femenina protagonista.
-En el libro que viene te vas a llevar una sorpresa. No te puedo decir más. La mujer para mí es muy importante, y no sólo en la literatura, tal vez porque yo me quedé a los 9 años sin madre.

Yo no podría escribir un libro donde no aparezca una mujer, donde no aparezca una prostituta.

Eso llama la atención, el valor humano que les entrega a las prostitutas.
-He ayudado un poco a desprejuiciar la mirada de la gente sobre las prostitutas, es que la relación que yo conocí y que yo viví en la pampa con ellas, era una relación muy linda, era de lealtad, solidaridad y amistad, que sobrepasaba el nivel del mero comercio.

¿Pero por qué esa amistad tan noble sólo se dará con una prostituta?
-Tal vez es difícil ser amigo de una mujer si uno la desea, pero con la prostituta no, ya la tuviste, o la tienes cuando tú quieres, entonces es más fácil ser amigo de ella.

¿Por qué encuentra heroico ser prostituta en el norte?

-Estamos en el desierto más cruel del planeta, po’ huevón, donde había una mujer por cada 2.300 machos. Si tú hubieras visto, 50 viejos haciendo cola y mirabas a la prostituta y era una flaquita, chiquita, y no podías creer cómo aguantaba esta mujer… Después que pasaban 20 viejos y la pobre puta tenía que pedir coto un ratito, para cambiar el agua donde hacía la ablución genital. Esa agua estaba espesa, decía “esperen un rato”, e iba en bata a cambiar el agua, para seguir dándole. Si eso no es heroico…

¿Por qué eligió escribir sobre la pampa?

-Uno escribe como puede, no como quiere. Escribí quince años poesía y nunca tuvo que ver con la pampa. Mis cuentos tampoco. La pampa me eligió para que la contara y la cantara, pero primero tuve que aprender. Mis libros están siendo como la crónica de un mundo que está en extinción.

¿Y le da pena o alivio que se acabe, tan duro que era?

-Si a cualquier pampino que trabajó 40 años en la pampa y que fue explotado y que vivió miserias, el paisaje árido y el clima como la mierda, le preguntas “¿usted volvería a la pampa, al desierto, si reabren una oficina?”, sí, vuelven. La vida que nos logramos hacer en el campamento era inigualable, a base de solidaridad, amistad, sentido del humor. En esa adversidad, nadie resistía solo.

¿Qué es para usted la pobreza?

-Un enmarcamiento mental. Yo era pobre como las ratas, pero nunca me sentí pobre y eso me salvó. Siempre intuí que tenía algo que valía mucho dentro mío, entonces, es también como la vejez, ahora que me estoy poniendo viejo, un enmarcamiento mental. El día en que mis recuerdos sean más importantes que mis proyectos, estoy viejo. Pero estoy lleno de fe y proyectos, soy un cabrito todavía.

¿Sería ministro de Dióscoro Presidente?

-Por supuesto, con él sí que aceptaría cualquier puesto. Es que su campaña le hace muy bien al país, le da sentido del humor, quiebra el protocolo, termina con lo acartonado. Creo que es un poco lo que yo trato de hacer también en literatura. A Dióscoro lo siento muy cercano, cuando lo conocí, dije al tiro “este tipo es mi amigo”.
Lo que pasaba es que no nos habíamos visto nunca nomás, pero éramos amigos de nacimiento. Además que tenemos algo en común, que es la cara de guachaca, o sea, con esta cara estamos condenados a ser del pueblo, porque no nos reciben en la UDI ni cagando.

Romina de la Sotta

Christian Stüdemann

Fotos: Gloria Henríquez

 

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