viernes, 12 de julio de 2019

Rampante corrupcion chilena. Rene Ronda.

Queridos amigos :
                                                     Bajo el lema de que el pensamiento no se encarcela, continúo con la idea de que otro Chile es posible. No, no se trata aquí de un pensamiento original. Es el deseo de millones de chilenos que no entienden hasta el final, como llegamos a este nivel de degradación social. Antes el honor, la lealtad, el respeto por tus congéneres, era parte integral de una cultura reconocida por nuestros vecinos, amigos  y adversarios. Las falencias de los electos para administrar los destinos de la patria, eran parte de la soberanía del pueblo para despojarlos del mandato, en el caso de no cumplir con las obligaciones adquiridas. En caso de corrupción, eran  juzgados por leyes sancionadas por los mismos pueblos.  En los colegios y organizaciones del estado, era un llamado normal y permanente, a continuar con esa convicción que debía ser herencia de las generaciones venideras.  Con los años llegaron los ejemplos de las democracias de bienestar occidentales y de otros estados, convencidos de otra democracia, pero sin dudas, constataron el agravamiento progresivo de las desigualdades sociales.  Existía en la antigüedad, sin embargo, el convencimiento equívoco de los pueblos, del carácter "natural" de estas desigualdades. Las mentes más desarrolladas de la humanidad empezaron a animar la rebeldía legítima de explicar la necesidad de la solidaridad entre los humanos. Por ser la expresión máxima viviente y razonable  en la fax de la tierra. Cada cual con sus fortalezas y debilidades, cada cual con sus posibilidades de entrega social, cada cual con sus necesidades y derechos de supervivencia. Las religiones no fueron capaces de explicar lo inexplicable. A lo mejor y justamente por eso surgieron. Las divinidades que profesaban, de pronto destacaron que amaban la pobreza. La explicaban como una prueba ante los ojos del omnipotente. Que era menester entender que esas santidades entregaban entendimiento para soportar las desigualdades y las necesidades insatisfechas . Los premios se otorgarían más tarde, luego de la partida de cada cual, en un mundo ausente de padecimientos y colmado de todo las cosas que no obtuvieron en la vida terrenal.  No es broma, pero hasta la hora persiste esa creencia inculcada y propagada por generaciones. A veces a sangre y fuego. Los privilegiados y los marginados la entienden indistintamente. Los primeros por ser agraciados y no tener necesidad de prueba alguna. Los segundos por no ver ni tener ninguna alternativa.   Los partidos políticos nacieron como una forma de organizar las sociedades. Algunos pueblos, como China y Cuba desisten del pluralismo político, mientras que otros prefieren y aceptan la existencia de cientos de partidos, o solamente de algunos pocos.  En nuestra patria chilena, luego del golpe militar de 17 años, se admitieron algunos partidos afines a la dictadura. Otros, para mostrar una imagen democrática a los pueblos cómplices o coautores de la asonada militar. Otros desaparecieron como por arte de magia. Sus dirigentes fueron encarcelados o asesinados. Otros desaparecieron en el anonimato del exilio.  Las vanguardias de centro y derecha se fortalecieron poco a poco, mientras que las organizaciones de izquierda conservaron sus antiguas estructuras y contradicciones, pero distante del convencimiento anterior al golpe. Surgen a veces algunos chispazos o flechazos circunstanciales que llaman a la desobediencia civil, pero en suma, aún se discute entre telones y secretamente una nueva postura. Sin un análisis exhaustivo de los aciertos y errores que precipitaron la derrota de un nuevo acuerdo social. Una práctica que no los favorece. Muy por el contrario. Pone en tela de juicio la razón de sus existencias. Justamente ahora, cuando en el país llamado Chile, apareció como un flagelo la tenebrosa y nauseabunda corrupción y deshumanización. El manejo sucio de las asignaciones del estado, el compadrazgo, amiguismo y nepotismo. Las arregladas de bigotes, desfalcos  y apropiación indebida. Ahora es cuando se necesita una mano conductora democrática del descontento. Sin llamamiento a estructuras que sembraron esperanzas, pero que se desplomaron por la ausencia de participación democrática de las masas. Hay grandes tareas, como el escándalo de las pensiones y jubilaciones, el impago de la deuda histórica de los profesores, la entrega de las riquezas básicas a consorcios internacionales, en desmedro del interés nacional. Ni hablar del abandono de proyectos sociales. No votar por los corruptos. Que estos pierdan sus derechos ciudadanos y no puedan ser reelegidos, etc. SE PUEDE, CHILE,  Chile, se puede !!-. Un fuerte abrazo. (12.07.2019).-
Rene Ronda, Alemania.

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