jueves, 21 de mayo de 2009

¿Fenómeno o estrella fugaz? - Pato

¿Fenómeno o estrella fugaz?

 

Hablemos de Marco Enríquez-Ominami, antes que pase de moda. De paso, recordar ciertas cosas que la farándula política y la otra tratan de hacer olvidar.

 

Alguien, en alguna encuestadora, tuvo la “brillante” idea de poner su nombre en una encuesta. Varios objetivos, ninguno inocente: pongamos algo de animación en esta campaña binominal y de paso demos la impresión que la Concertación está jodida por los veinte años de gobierno, por la aparición de parlamentarios díscolos desde hace dos años (existen desde hace mucho antes, lo nuevo es que ahora deciden dejar el paraguas y buscar y/o crear nuevos aleros). Lo primero, porque los temas principales de ataque contra el gobierno están ligeramente agotados. En primer lugar, ya (casi) nadie duda del liderazgo de Bachelet (por algo será que tiene casi 70% de apoyo), (casi) todos identifican el rasgo definitorio de su gobierno (Lavín gritaba en el congreso ideológico de la UDI del fin de semana recién pasado: “no podemos dejar que la Presidenta nos ‘robe’ la seguridad social”), la solidez del manejo económico (reconocido internacionalmente por gobiernos y agencias), etc. En segundo lugar, la Concertación ya tiene un candidato único (mientras la UDI aún no proclama al RN Sebastián Piñera y cada cierto tiempo el senador Longueira amenaza con candidatura propia),etc., etc.

 

En lo segundo- los díscolos que emigran- desgraciadamente han resultado guatapiques mojados como líderes unos y como candidatos otros: Flores, Adolfo Zaldivar, el senador Navarro, Pamela Jiles, etc., etc. Arrate, el más respetable y serio, en mi opinión, ha corrido la misma suerte. Los díscolos podrían haber provocado debates de fondo, poner agenda sobre estilos de hacer política, contenidos programáticos, etc. Pero, realidad siglo 21, lo que no se publica no existe, sobre todo cuando no se dispone de una red social o política de apoyo, como es este caso.

 

Marco, entonces, y el desgaste, son los temas sobre los cuales se ha concentrado estos dos últimos meses la oposición (Alianza, empresarios y su brazo armado, el duopolio de la prensa, sobre todo; también quienes quieren mostrar independencia de criterio y vozarrón, aunque no coherencia ni profundidad, aunque al final no excluyen votar por el oficialismo). Examinemos el caso Enríquez-Ominami, íntimamente unido al tema de las técnicas de las encuestas electorales.

 

¿Qué dicen los datos, aquellos que no son de fácil entusiasmo ni tiran con pala pa’onde caiga de buenas a primeras? Quién los interpreta se puede equivocar, por cierto. Después de todo hay gente con hartos magíster y doctorados que trabajan para y que dicen que ganará Piñera. Pero vale la pena esforzarse para ver el bosque. Por lo menos se tendrán más elementos para animar la conversación. Por ejemplo, Marta Lagos, directora de Latinobarómetro, intenta aclarar conceptos y realidades electorales (La Nación Domingo, 17-23 mayo 2009):

 

§     Si la Concertación lo está haciendo tan mal, ¿por qué Piñera no tienen el 54-55% de los votos? Hoy se ha estancado y tiene el capital electoral histórico de la Alianza de las dos últimas elecciones. Estamos aún en la dimensión de Pinochet, en el Si y el No. Para romper los dos bloques hay que reforma al sistema  binominal. El electorado por sí mismo es incapaz de hacerlo. Desde el plebiscito de 1988 el electorado ha cambiado muy poco, como lo indican los resultados electorales posteriores.

 

§     Si se analizan las circunscripciones desde 1952, la proporción del voto ideológico no cambia. En este sentido, esta es una elección entre Frei y Piñera y se decidirá por nariz.

 

§     La elección de Bachelet fue una demanda de cambio. El error está en pensar que es una demanda de cambio ideológico. En realidad, se está demandando un cambio en la estructura de la sociedad en términos de cambiar desigualdad, discriminación, falta de oportunidades.

 

§     No creo que haya un fenómeno Enríquez-Ominami, dice Marta Lagos. Este caso es una muestra de cómo se utilizan en Chile las encuestas para hacer política. Empresas encuestadoras de prestigio internacional olvidan en nuestro país los altos estándares requeridos. Las encuestas de “El Mercurio” y “La Tercera” tratan de fijar agenda, de poner cosas en la discusión.

§     En otras palabras, una encuesta puede ser manipulada no respetando ciertas exigencias técnicas: universo consultado, su representatividad, tipo y redacción de las preguntas, etc. Hay gran diferencia de calidad si se consultan a 300-400-500 personas, o a 1.000-1200-1500; si la consulta es telefónica o cara a cara; si las preguntas son abiertas o cerradas, vale decir, si se solicita una mención espontánea de nombres o se presenta una lista cerrada de nombres (en este caso, todos los mencionados recibirán algún tipo de mención), etc. Esto ocurrió en el caso Enríquez, agreguemos nosotros: obtenido un resultado mediante utilización de lista cerrada, el bombo mediático hará su resto, incluidos méritos faranduleros del candidato muy apreciados por estos lares en esta década: juventud, carilindo, verbo veloz, etc. (Carlos Peña lo describe bien en artículo “La carta del padre”). Los otros candidatos alternativos casi no tienen mención en las cadenas del duopolio El Mercuro- La Tercera: ya no “rinden” política y mediáticamente.

 

§     Hay manipulación, dice M. Lagos, y consiste en un analfabetismo científico respecto del electorado. Se menciona un nombre, Ominami (Carlos, el senador y padre adoptivo de Marco) que es reconocido. Sería bueno, dice Lagos, hacer una encuesta mencionando ambos nombres (C. Ominami y M. Enríquez-Ominami) y preguntando cuál es el candidato: puedo asegurar que el padre es más conocido y que ninguno supera el 10%.

 

§     No sé si el cansancio de los ciudadanos es con la Concertación, dice Lagos. Creo que hay un cansancio con la política, que no es lo mismo. Hay un cansancio con todos los partidos, lo que se está desmembrando es el sistema de partidos en Chile. Lo que ocurrirá es que seguirá la tendencia de que menos gente vote. Por eso es poco creíble que un candidato como Enríquez-Ominami pueda, sin campaña, sin fotos, sin propaganda, llegar a un millón de votos, que representan el 14% del electorado. Es un fenómeno artificial creado por el analfabetismo científico (de las encuestadoras) respecto del electorado. Agreguemos  nosotros que aún no hay seguridad que pueda inscribirse como candidato (las 36.000 firmas requeridas es tarea dura, aunque las veleidades del Partido Humanista, partido inscrito, podría darle una salida).

 

Quedemos hasta aquí. Recordemos que el tema ha sido el caso de los díscolos, sin abordar el de la necesaria renovación de los protagonistas y, sobre todo, el de los estilos. No se ha tocado el tema de los avances y deudas de la Concertación. Tampoco el binominal (en Google puede encontrarse el listado de los proyectos de ley enviados por el gobierno para modificarlo y que han sido rechazados por la derecha). Tampoco hemos “dictaminado” quién ganará en diciembre, sólo hemos mencionado que no es fácil pronosticar por el momento, lo que no excluye más adelante adelantar algunos elementos de reflexión. Terminemos señalando una obviedad (que probablemente no requiere mayor análisis): hay diferencias entre Allende y Enríquez-Ominami, que van más allá de los lentes y el bigote del Chicho. Para las elecciones de 1952 Allende ya tenía un largo camino recorrido en militancia, dichos, reflexiones y obras, como ministro y parlamentario.

 

PAM

21.05.09

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