martes, 16 de junio de 2009

El tema del Peru es tema regional.

El Perú
Elizabeth Burgos

Martes, 16 de junio de 2009

Los trágicos acontecimientos acaecidos en los últimos días en el Perú, me han hecho rememorar experiencias pasadas vividas en ese país. La sensación de un país envuelto en un misterio imposible de elucidar, aunada la impresión de encontrarme sobre un volcán que en todo momento podía entrar en actividad, era lo que sentía durante mis estancias en ese país múltiple, duro, difícil y fascinante. La lectura de un anuncio publicado en las páginas de ofertas inmobiliarias de un periódico, ofreciendo la venta de una hacienda con los “pongos comprendidos en el precio”, fue una revelación de la existencia de un estatus de inferioridad extrema. En el mismo periódico, en la página de los sucesos, la noticia de un capataz que le había amputado al mano a un indio como castigo por haber robado. En la parada de autobús, los indígenas se quedaban rezagados esperando que los “blancos” o mestizos penetraran primero en el vehículo, signo de aceptación de la inferioridad a la que habían sido relegados. Era raro ver los indígenas deambular por las calles de Lima. Corría el año 1964.

Volví a Lima 4 años más tarde. La situación había cambiado radicalmente. Lima se había convertido en una ciudad eminentemente indígena. No era raro ver indígenas viajar en las líneas aéreas domésticas. Para mi fue una demostración de que el estatus de inferioridad ya no era aceptado.

Que las circunstancias de una sociedad no se quedan detenidas en un punto y que esa evolución del mundo indígena, trajo consigo la emergencia de liderazgos que reivindican el lugar que les corresponde en la sociedad y en las instancias de poder, es una evidencia.

Al igual que en Cuba, en donde están surgiendo agrupaciones que reivindican los mismo derechos y se revelan contra la discriminación racial que sufren los negros y mulatos.

Es un hecho notorio que la agenda relativa a la integración de la población indígena, condición indispensable para el surgimiento de una nación en la que todos los peruanos se reconozcan, todavía no se ha cumplido a cabalidad en el país, pero ello no exime la tarea de elucidar el contexto en que sucedieron los hechos acaecidos el 5 de junio en el que resultaron muertos policías e indígenas.

El conflicto que enfrenta hoy el Perú tiene como actores los indígenas que pueblan la Amazonía. El conflicto radica, según la versión de los indígenas, en el rechazo a la intromisión exterior en sus territorios y la explotación del subsuelo, hecho que significaría un cambio radical de su entorno y de su forma de vivir. Por su lado, el gobierno declara haberles otorgado 15 millones de hectáreas para 400.000 indígenas y 15 millones como santuarios naturales, con lo que éste considera que el modo de vida y el entorno de esas comunidades, estarían preservados.

El conflicto tiene como tela de fondo el dilema entre tradición y modernidad que todas las civilizaciones han enfrentado a lo largo de los siglos de la historia de la humanidad.

El conflicto estalló a raíz de la aprobación de un Decreto Legislativo 1090 que autorizaba la explotación de petróleo y gas en la zona amazónica, Los indígenas consideraron el decreto inconstitucional por atentar contra sus derechos a las tierras que ocupaban desde tiempos ancestrales. Se opusieron al decreto y reclamaban su derogación. Cerca de 5000 indígenas pertenecientes a diversas etnias amazónicas, llevaban casi 2 meses en pie de guerra, bloqueando caminos y obstaculizando las operaciones petroleras y gasíferas en la zona.

Fue al intentar romper el cerco tendido por los indígenas y evitar la agresión de las dependencias petroleras que se dieron los enfrentamientos. Según informaciones llegadas desde Perú, los policías llevaban armamento disuasivo y no de guerra, pues lo que estaba planteado no era un combate, sino enfrentar una protesta de rutina. Sorpresivamente los indígenas hicieron gala de una alta capacidad de fuego de tipo militar y demostraron tener experiencia de entrenamiento de combate. Según declaraciones de un indígena participante en los enfrentamientos reportadas en la revista Careta, se realizaron combates cuerpo a cuerpo entre policías e indígenas. Los indígenas lograron arrebatarle las armas a los soldado y las usaron contra éstos últimos.

La organización de la protesta indígena fue manejada por la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Amazonía Peruana (AIDESEP) cuyo líder, Alberto Pizango, considerado responsable de los hechos, se asiló en la embajada de Nicaragua. El gobierno nicaragüense le concedió el asilo, pues según el embajador lo considera como un perseguido político. Este hecho no deja de ser sorprendente si se considera que si hubo un gobierno que combatió, vejó, despojó y persiguió a los indígenas, ese fue el primer gobierno sandinista que se encarnizó contra las comunidades de los mesquitos.

El 5 de junio cerca de la localidad de Bagua, al noroeste del país en donde, según los datos proporcionados por el gobierno, a raíz de los sucesos murieron, de un grupo de 38 policías, 24 agentes y 9 indígenas. Los enfrentamientos parece haberse desarrollado en varias secuencias. Por un lado, los indígenas secuestraron a un grupo de 38 policías durante la toma de la estación petrolera estatal Petro Perú, e incendio de los locales. Los policías que trataron de contrarrestar la violencia – jóvenes, también indígenas, entre 20 y 21 años – fueron secuestrados, 5 de los cuales fueron flagelados y luego degollados (La TV peruana mostró las imágenes de sus cuerpos) a manos de los rebeldes, según las modalidades de la “justicia ancestral”.

Reconocer la pervivencia de innegables desigualdades no debe limitarnos a simplemente esbozar un panorama de generalidades, sin referirnos al contexto geopolítico en el que está inmerso el Perú tras el surgimiento del proyecto regional del castrismo liderado por Hugo Chávez en su papel de heredero de Fidel Castro y no ver en esos sucesos la ingerencia del eje que integran los países que se reclaman del socialismo del siglo XXI.

Los conflictos diplomáticos entre Venezuela y el Perú comenzaron a raíz de la derrota electoral del ex teniente-coronel Ollanta Humala, que al igual que Hugo Chávez, había intentado con anterioridad, un golpe de Estado, sumándose luego a la línea electoral.

La intromisión abierta de Hugo Chávez en el proceso electoral, asustó a los peruanos y terminó por serle negativo a Humala acarreándole su derrota. Pero 4 años son nada, los venezolanos han continuado ayudando a Humala a montar un aparato electoral, han creado una red de casas del Alba, al mismo tiempo que el indigenismo radical de Evo Morales interviene como elemento de movilización.

Alan García llega a su tercer año de gobierno, el Perú se encamina hacia un nuevo proceso electoral. Parece que el objetivo que se persigue es debilitar el gobierno de Alan García, tal vez, desarrollar el mismo escenario que aplicó Evo Morales en Bolivia cuando con bloqueos de camino y agitación permanente, habiendo provocado el consabido enfrentamiento con el ejército y la secuela de muertos, derrocó el gobierno constitucional de Sánchez de Losada primero, luego el de Carlos Mesa. Las elecciones que le dieron la victoria a Evo Morales, se celebraron en se marco de agitación y de urgencia.

Entre el 27 y 31 de mayo se celebró en Puno (cinco días antes del estallido del conflicto) la Cuarta Cumbre Continental de los Pueblos Originarios del Abya Yala (nombre que los indígenas le dan a América Latina), al cual Evo Morales fue invitado. Este no acudió, pero envió una representante – la secretaria ejecutiva de la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas de Bolivia - portadora de una carta dirigida a los participantes en la que los instaba a continuar pues : “Nuestra lucha no termina, de la resistencia pasamos a la rebelión y de la rebelión a la revolución, éste es el momento de la segunda y definitiva independencia”.

En el encuentro se determinó respaldar las acciones de los indígenas de la amazonía que asistió al encuentro. En este hecho se apoya, y seguramente con razón, el gobierno para considerar el papel del gobierno boliviano en azuzar los enfrentamientos.

La instigación beligerante en el Perú se hizo sentir por parte de diputados del grupo de Ollanta Humala que estuvieron presentes en la zona de los disturbios arengando a la población.

Tanto Evo Morales como Hugo Chávez, no escatiman en reproches, incluso insultos, contra el gobierno peruano por otorgarle asilo a los perseguidos políticos de ambos países.

Evo Morales, no disimula su afán de suscitar el incidente diplomático con el Perú. Hasta ahora, la diplomacia peruana ha tratado de paliar el vendaval. Pero tras los sucesos del 5 de junio en Bagua, las declaraciones, condenando los muertos indígenas no se han hecho esperar por parte de Bolivia, subiendo el tono de la diatriba. Por supuesto que no se hace mención alguna de los policías secuestrados luego asesinados. Un dato curioso, la nota emitida por la cancillería venezolana a propósito de lo acontecimientos es bastante comedida. Parecería corresponder con la actitud de tirar la piedra y luego esconder la mano.

La reacción de amplios sectores de la opinión pública del Perú, prensa y liberales, consiste en reprochar al gobierno por haber mostrado en TV los cuerpos degollados y flagelados de los policías y emplear un lenguaje drástico y que consideran racistas por haber empleado el término de “salvajismo”.

En general, la idea es la de absolver a los indígenas del asesinato de los policías y centrar la atención en los muertos indígenas, ignorando el encadenamiento de los hechos.

Seguramente solicitaran la intervención de organismos internacionales y de organismos de derechos humanos, simpatizantes del indigenismo que no investigaran el caso con la deontología necesaria, al igual que sucedió en Bolivia con los sucesos ocurridos en Pando, acusarán al gobierno, puesto quienes hoy detenten el estatuto de víctima no se les puede aplicar el estado de derecho.

Al igual que sucedió en Venezuela, luego en Bolivia, la sociedad civil peruana no se percata de que se trata de un proyecto bien estructurado, en el que los indígenas son instrumentalizados en aras del proyecto totalitario que ya cubre la región.

Al caer el Perú, quedaría por caer Colombia.

Quines no perciban el proyecto Castro/Chávez como un proyecto global que atañe al conjunto de la zona en su totalidad, del cual Chile no está excluido, porque sólo consideran la vertiente doméstica del conflicto, no se percatan del dilema que enfrenta Álvaro Uribe. Las próximas elecciones en Colombia no pueden verse dentro del marco de la rutina democrática. En Colombia se emplearán todas las técnicas institucionales que se han venido empleando para imponer en ese país un gobierno afín al proyecto que lidera Hugo Chávez, secundado por los expertos cubanos que tiene a su servicio, y las complicidades de sectores colombianos. Si Perú cae y si Colombia cae, se avecina un largo período de dictaduras a nivel continental, mucho más nocivo al que se vivió durante los años 1940-1960. Las dictaduras que emergieron tras el advenimiento del castrismo, tienen otra connotación histórica; pero este sería tema de otro artículo.

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