Rumbo a la derecha con discurso de izquierda
Por V챠ctor Maldonado
La Naci처n, viernes 23 noviembre 2007
Existen ciertas personas que s처lo tienen figuraci처n porque hablan al interior de partido al cual debilitan. Al aire libre, no tienen sustento para ser voz frente al pa챠s.
La situaci처n en la DC ha llegado a un punto de quiebre. Explicarse por qu챕 esto ha llegado a suceder y decidir qu챕 es lo que corresponde hacer tiene gran importancia. Incluso tiene inter챕s m찼s all찼 de las fronteras partidarias e involucra a todos los que quieren saber cu찼les son las condiciones en las que es posible conservar la unidad de un partido. Ahora todo consiste en decidir hasta d처nde resulta posible mantener a un grupo reducido, cuya conducta pone en jaque la disciplina interna. Los que acostumbran a tensionar las diferencias y conflictos m찼s all찼 de toda prudencia no se dan cuenta cuando han pasado el l챠mite. Eso se nota por sus declaraciones. Quienes est찼n acostumbrados a la presi처n extrema acusan a otros de presionarlos, mostrando una sensibilidad exquisita que ellos mismos no acostumbran aplicar.
Desde el punto de vista del Gobierno, la posici처n es clara. Para el Ejecutivo, el mejor momento para que en un partido de su coalici처n entre en dificultades es, simplemente, nunca. Pero hay un escenario que van m찼s all찼 de los deseos y de las buenas intenciones. No hay que decirle a la DC hasta d처nde es posible aguantar. Eso lo saben los que est찼n dentro. Un partido no entra a una crisis porque le agrade. Simplemente le toca enfrentarla. En ese instante lo que corresponda es que el Gobierno no interfiera en un conflicto interno. Lo que le corresponde es pedir a cada uno de los involucrados la revalidaci처n de sus compromisos con el Gobierno y s처lo despu챕s actuar en consecuencia en cada caso particular, nunca en bloque.
Hay que identificar con claridad cu찼l es el mal mayor. Cuando, a cada paso, en una organizaci처n pol챠tica las decisiones tomadas por la directiva oficial son cuestionadas por un grupo disidente, operando en direcciones antag처nicas, entonces la que corre el riesgo de dejar de existir es la organizaci처n misma. Llega a un punto en que lo que est찼 en juego no es saber qui챕n toma las decisiones sino si alguien est찼 en condiciones de tomarlas.
A la DC no la est찼 debilitando el conflicto interno, sino la falta de resoluci처n de este conflicto. Estamos observando no dos grupos de fuerza equivalente que imposibilitan las decisiones: se trata de una mayor챠a maniatada por una minor챠a. Cuando los medios captan voces disonantes desde un mismo partido no ponen en evidencia el peso pol챠tico y la representatividad de cada cual. Simplemente, reflejan la falta de coherencia en las declaraciones. Cuando esto sucede casi a diario, lo que se consigue es que la DC reciba el impacto de la demostraci처n constante de este desencuentro vuelto costumbre. El costo es enorme, porque se pierde la credibilidad p첬blica por la ausencia de una acci처n com첬n y concertada sobre qu챕 es aquello que caracteriza la existencia de un partido.
Cuando se llega a este punto, algo hay que perder y hay que decidir qu챕. O se pierde parte de la minor챠a o es la mayor챠a la que se pierde, al no tener sentido la mantenci처n de la m찼s b찼sica lealtad. Pero, tal vez, no todo sea pura p챕rdida. Ganar en consistencia y coherencia al final permite presentarse como un actor con identidad y capacidad de decisi처n. Hay que ser algo en concreto y no todo a la vez. La chicha con limonada nunca ha tenido gran aceptaci처n en el mercado pol챠tico.
El populismo no tiene problemas para hablar, tiene problemas para ser serio. La idea de que se pueden mejorar las cosas empeor찼ndolas es una idea muy especial. La idea de mejorar empeorando es t챠pico de una mentalidad de extremos (antes se le llamaba "agudizar las contradicciones"). Si el Transantiago tiene problemas financieros, no se ve qu챕 se pueda ganar desfinanci찼ndolo. Lo seguro que caracteriza al populismo como forma de comportarse en pol챠tica es que apuesta fuerte. Lo que intenta es que los dem찼s no resistan la presi처n de un juego que eleva sus costos a medida que pasan las horas. Es un juego de intimidaci처n. Un juego que apuesta al uso de la seriedad de los dem찼s a favor del que no trepida en arriesgarlo todo.
Pero llega un d챠a en que el jugador se equivoca, la apuesta es muy alta y los otros reaccionan. Por un lado hay quienes que en pol챠tica lo que m찼s entienden es el lenguaje de la fuerza y la debilidad. Cuando ven debilidad al frente, avanzan sin retrocesos y siguen tom찼ndose libertades hasta donde pueden llegar. Por otra parte, hay quienes intentan solucionarlo todo cediendo m찼s y m찼s. Pero ya est찼 claro que no es el camino a seguir. Lo que se ofrezca ser찼 siempre piso para una nueva petici처n, m찼s osada, m찼s arrogante, m찼s imposible. As챠 no se llega a ninguna parte.
No hay que perderse. Una minor챠a es tan relevante como la capacidad que tenga de imponer sus condiciones. Cuando un reducido grupo se coloca en esta posici처n, lo que hace es distorsionar la realidad pol챠tica, poniendo en una alta prioridad sus motivaciones particulares, las que podr챠an no reflejar en nada el orden de inter챕s de las dem찼s mayor챠as. Cada cual decide d처nde est찼 o d처nde deja de estar y eso conlleva siempre ventajas y desventajas. No se pueden tener, a un tiempo, todos los beneficios de ser oficialistas y de oposici처n.
Poner todo en riesgo es la apuesta de quien se sabe minor챠a, y que sabe, adem찼s, que lo ser찼 hoy, ma챰ana y pasado. Es por eso que busca, precisamente, que el ser poco y casi insignificantes sea el factor que determine la suerte de un pa챠s completo. Adolfo Zald챠var no es un caudillo popular, es uno sin p첬blico. Veinte personas enfervorizadas pueden proclamar a un presidente de junta de vecinos, no al Presidente de la naci처n. En el fondo, la apuesta pol챠tica de quienes se encuentran entre el Gobierno y la oposici처n es la de ser el bal처n de ox챠geno de la derecha.
Saben que pesan s처lo porque se al챠an hoy con ella, porque pueden aliarse ma챰ana con la derecha y porque sugieren que podr챠an aliarse pasado ma챰ana con la derecha. Pueden tener todo tipo de pretensiones, pero lo efectivo es que han empezado a orbitar en torno a la oposici처n, y de este campo gravitacional no saldr찼n. Se emplea un discurso de izquierda, pero se va rumbo a la derecha. Son una apuesta pol챠tica que privilegia el virtuosismo en el uso de las t챕cnicas del poder. Su destino es siempre triste. Al final del d챠a, lo que ofrecen a sus nuevos socios es el debilitamiento de su antiguo hogar. Ofrecen llevar como ofrenda un porcentaje peque챰o pero decisivo de apoyo. Si no funciona, desaparecen. Si funciona, dejan de ser 첬tiles o se convierten en aliados de poca confianza, porque el que quiebra la lealtad una vez puede hacerlo de nuevo.
El futuro, sin embargo, puede depararnos sorpresas.
Existen ciertas personas que s처lo tienen figuraci처n porque hablan al interior de partido al cual debilitan. Pero, al aire libre, no tienen sustento suficiente como para ser una voz frente al pa챠s. Para la gran mayor챠a de los ciudadanos, los partidos son bichos raros. Para quienes no tengan la experiencia de militar en uno con mucha tradici처n, hay que decirles que deben tener en cuenta un dato fundamental: en estos partidos el timbre y la campanilla valen mucho, much챠simo. Quienes enfrentan a la institucionalidad no puede hacerlo a nombre del mismo partido que debilitan.
Eso ser찼 crucial en lo que sucede dentro de ese partido en los pr처ximos d챠as y semanas.
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