Cuba y las “reformas”
Al referirse a situaciones políticas, siempre hay al menos dos enfoques o análisis posibles. En el primero, se expresan los deseos o el “deber ser” que uno quisiera. En el otro, se toman los factores objetivos (sobre todo) y subjetivos (en el sentido marxista, con perdón de algunos lectores), las fuerzas en presencia (y sobre todo su correlación) nacionales y extranjeras, la interpretación (donde no estará ausente cierto subjetivismo) de los dichos y hechos de los protagonistas del tema que se analiza. En otras palabras, se parte diciendo “esto es lo que hay; ¿qué conclusiones podemos sacar?”. Creemos que esto último ayuda a aclarar mejor las situaciones. El primero también es útil en cierto sentido, siempre que se parta diciendo “esto es lo que yo quisiera”. Las cosas claras desde el inicio, en suma. “Organicémonos”, decía un amigo en otro contexto.
Esto se aplica con particular pertinencia a la situación actual de Cuba. Veamos algunos hechos “duros”. Primero, Fidel, por su incapacidad física, traspasó el mando a su hermano Raúl directamente; luego lo solemnizaron o legitimaron vía parlamento, haciéndolo acompañar por la vieja guardia (“vieja” por la edad y por sus concepciones). Segundo, el objetivo declarado es continuar el proceso revolucionario, según su particular visión: nadie ha expresado desde el poder, ni siquiera hiperbólicamente, que cambiarían las estructuras políticas, económicas, sociales (pareciera que están lejos de siquiera avizorar ni siquiera alguna versión del modelo chino actual). Tercero, Raúl ha expresado que desea terminar con algunas “prohibiciones” o limitaciones que son excesivas y no se justifican. En este sentido, durante el mes de ejercicio (o poco más) como Presidente titular, ha dicho que liberará la venta de PC, CD, DVD, TV y celulares.
Hay quienes se han declarado decepcionados por el avance lento e insignificante. No hay raz처n para ello, si ponemos atenci처n:
1. Porque, para evaluar se necesitan referentes, que generalmente son metas y /o programas o calendario m찼s o menos espec챠ficos, que en este caso no los hay, por un lado.
2. Por otro, más importante, debemos referirnos a situaciones concretas. Estamos hablando de un Estado monolítico, con cincuenta años de poder incompartido, centralizado al extremo, con rasgos de oposición interna realmente insignificantes, marginales (por impacto, por potencial cercano de incidir, de movilizar, de oponerse, justamente: en el corto y mediano plazo lo testimonial no cuenta, generalmente). No se ve que dicho poder estatal se vaya a “esfumar” como ocurrió en la Unión Soviética, aunque la vida tiene sorpresas (pero ningún análisis serio podría basarse en esta eventualidad). La represa del poder estatal parece aún muy fuerte y muy lejana la posibilidad de resquebrajamientos que provoquen el desborde popular con que muchos del exilio sueñan.
3. En dicho marco, el traspaso del poder de Fidel a Raúl es eso: un “préstamo” de parte del poder. Fidel tenía y tiene todo el poder por sí mismo: él es el poder. Raúl puede ser despojado de las apariencias de poder si sus acciones preocupan lo suficiente a Fidel, al PCC, a las FF.AA. Por eso, debe marchar sobre huevos, ilustrar con hechos que pueden hacerse cambios sin costos políticos negativos, ganarse voluntades de los ciudadanos y de algunos burócratas de la jerarquía, para que lo dejen hacer. Debe evitar el error grave de decirse frente al espejo en las mañanas: “yo soy el Presidente, coño!”.
¿Qué desea hacer Raúl? Aviso necesario, para ser consecuentes con lo dicho en el primer párrafo: aquí empieza la especulación. Seguramente es sincero cuando dice que quiere eliminar algunas prohibiciones, que son muchas y la mayoría innecesarias para mantener el monolitismo. Son los aspectos administrativos que joden la vida diaria, las piedrecillas en el zapato, que hacen que el ciudadano sienta que tiene ambos zapatos amarrados por el mismo cordón; quienes hayan vivido en Cuba podrán ilustrar este punto. También los hay a nivel microeconómico. Raúl sería respetuoso con su mandato limitado si más adelante (¿en unos días, semanas, meses, años?) planteara dar un poquito más de libertad a la actividad privada: zapateros, artesanos, comerciantes, turismo (ya hay restaurantes “por la libre”), carpinteros, albañiles, pintores de brocha gorda, gasfiters, etc. También si un día su señora lo manda al mercado de productos agropecuarios y ve la escasez y mala calidad de los productos ofrecidos y pregunta a los vendedores “¿qué pasa, chico?” y el chico le responde “déjame cultivar el patio de mi casa, el terrenito de mi suegro, y te lleno esto de lechugas y tomates, compañero”. Y él responde –después de consultar, por supuesto- “dale, pues”.
La autorización para comprar PC, CD, DVD, TV, etc., sugiere que tal vez, tal como ocurría en la URSS (billones y billones de rublos), existe un alto ahorro en los bancos, durmiendo porque el mercado no ofrece nada para comprar. Si a ello se agregara un aumento de los ingresos por la libertad de ejercer ciertos oficios, la demanda pujante buscaría oferta. En la era “raulista” esto se podría lograr mediante el aumento leve de las importaciones, por la escasez de divisas; el aumento del trueque internacional y, sobre todo en una primera etapa, aumento importante de la producción nacional, lo que podría llevar a liberalizar nuevas esferas de la actividad privada. En fin.
Existen escuelas de economía política, sociología y ciencias políticas que aseguran que las esferas de la economía y la política no son sectores estancos, que son vasos comunicantes, que se influyen mutuamente, en una dialéctica no fácilmente predecible en cuanto a los tiempos y a las intensidades. De manera más “prosaica”, cierto analista y líder político decía: “la economía pequeño-burguesa genera capitalismo cada hora, cada día...”. Es la dinámica de los hechos sociales, en suma.
Naturalmente, hay que seguir pidiendo y exigiendo mayores espacios de libertad, de transici처n hacia la democracia, aunque sea en versi처n cubana, pero con toda su esencia.
Sin embargo, y continuando con las especulaciones, pareciera que hay s처lo tres v챠as de transici처n desde el comunismo puro y duro: el chino, en que se injerta el mercado en un sistema pol챠tico con las riendas bien firmemente tomadas, que ha funcionado bien hasta ahora (si obviamos el precio humano y medioambiental pagado), y que no sabemos adonde conducir찼; el ruso, en que el sistema se desvanece ante la indiferencia general y el potro del capitalismo salvaje arrolla todo y a todos, con sufrimientos del siglo 18 y 19 para la inmensa mayor챠a, con un polo extremadamente rico y otro excesivamente pobre; y el yanqui: la invasi처n, con el mismo resultado anterior.
En todo caso, cualquiera sea el tr찼nsito, nada tendr찼n que decir el pueblo cubano ni los exiliados. El futuro de la isla est찼 dise챰ado desde hace mucho en las oficinas de caoba y aire acondicionado de las corporaciones gigantes. Esto no es cinismo: es realismo, por desgracia.
De todas maneras, un llamado a perder las ilusiones sin perder las esperanzas. Los cubanos se lo merecen.
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29 marzo 2008.
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