El triunfo de la Libertad sobre el despotismo
Luis Ugalde
Viernes, 6 de julio de 2007
Una vez m찼s celebramos con desfiles militares el d챠a de la Independencia que fue un acto plenamente civil, sin armas ni botas de campa챰a.
Hace 8 años el recordado Jorge Olavarría pronunció un memorable y valiente discurso en el Congreso Nacional donde descargó su conciencia angustiada, alertando con clarividencia sobre la concentración de los poderes en una sola persona. Las amenazas de ayer, son realidades hoy. Olavarría, mirando a los luchadores de la Independencia nos dijo: “es la hora de hacer como ellos y no de hablar de ellos”. Es lo que nos corresponde.
Uno de los civiles más notables de la Independencia, si no el más, fue Juan Germán Roscio, redactor del Acta de la Independencia, que “de la naciente libertad no sólo fue defensor, sino maestro y padre”, en palabras de Andrés Bello. A la caída de la República en 1812 Roscio, junto con otros (Cortés de Madariaga, Juan Paz Castillo, Juan Pablo Ayala…), fue enviado por Monteverde preso a Cádiz con la siguiente recomendación: “Presento a Vd. esos ocho monstruos origen y raíz primitiva de todos los males de América”.
No perdió el tiempo en la cárcel, sino que salió de ella en noviembre de 1815 con su largo manuscrito de “El Triunfo de la Libertad sobre el Despotismo”. Bolívar dice que las falsas creencias populares criollas, y no las armas españolas, derrotaron a la primera y segunda República. Roscio considera que, más que los argumentos filosóficos eran las convicciones religiosas las que movían a las conciencias en las que se sembraba desde la cuna la idea de que quien se opone al Rey, se rebela contra Dios. Falsa idea, dirá Juan Germán, pues Dios no quiere la opresión y la tiranía sino la liberación y la dignidad de las personas y de los pueblos. Ya en los días de la Primera República en 1811 Roscio envió un vigoroso escrito, El Patriotismo de Nirgua y Abuso de los Reyes para apoyar teológicamente a los habitantes de Nirgua que actuaban como cristianos al rebelarse contra el Rey y apoyar a la República. Luego, en la cárcel de Ceuta se dedicó a escribir el libro teológico-político para demostrar que el Dios de la Biblia y de los cristianos se opone a la tiranía y al despotismo.
Sali처 de la c찼rcel decidido a publicar su escrito y a difundir sus ideas religiosas liberadoras y no descans처 hasta conseguir apoyo para su edici처n en Filadelfia en 1817. Celebramos los 190 a챰os.
Entre tanto Bolívar había aprendido de las derrotas a valorar más las instituciones republicanas y en carta desde Puerto Príncipe a Cortés de Madariaga, Roscio y Castillo les pide que se sumen de nuevo a la construcción civil de la República porque el “sistema militar es el de la fuerza, y la fuerza no es gobierno”(Carta de 26-XI-1816).
Roscio llega a Angostura en 1818 con ejemplares de su libro y en los tres años que le quedan de vida se dedica a la organización civil de la República y a escribir y difundir esas ideas jurídico-religiosas de liberación. En su libro señala que el cambio fundamental de su “conversión política” republicana consiste en la comprensión de la soberanía popular frente a toda usurpación y la conexión de esa soberanía con la conciencia cristiana: Dios no justifica a los tiranos, sino que todo gobernante sólo es legítimo si es servidor del bien común. Doctrina clásica, revitalizada en el siglo XVII por los jesuitas Suárez y Mariana.
Roscio además, como Presidente del Congreso de Angostura, Secretario de Estado y de Hacienda y Vicepresidente de la Gran Colombia, fue excepcional ejemplo de honradez y opuesto a toda corrupción, lo que le trajo enemigos. José Rafael Revenga escribe al Libertador en 1820: “el Sr. Roscio se adhiere a la ley, y parece no tener ni parientes ni amigos”. En consecuencia se resienten “los que estaban acostumbrados al despilfarro de los recursos del gobierno”. ¡Tremenda pregunta para nuestros gobernantes a la luz de las repentinas fortunas de sus parientes y amigos a la sombra del botín público! Para salvar la República del naufragio actual hacen falta gobernantes que no usurpen la soberanía popular, que no sean ineptos ni saqueen lo público como botín y que no se olviden de aquella frase profunda del Libertador “el sistema militar es el de la fuerza y la fuerza no es gobierno”.
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