¡CHAÍTO, NO MÁS!
Los diputados Jaime Mulet, Pedro Araya, Alejandra Sepúlveda, Carlos Olivares y Eduardo Díaz anunciaron hoy su renuncia al Partido Demócrata Cristiano (PDC). Terminan así el suspenso o quizás sus vacilaciones, trece días después de la expulsión del senador Adolfo Zaldívar. Lo acompañarán quizás –no están seguros aún- en su aventura de crear un nuevo referente de más que incierto futuro, dado el sistema binominal, que favorece a los grandes conglomerados (paradójicamente, Olivares y Díaz fueron “arrastrados” por sus compañeros de lista gracias al binominal). Lo más probable es que perderán su envestidura en las elecciones parlamentarias de 2009.
Su alejamiento de la DC y de la Concertaci처n deja la siguiente correlaci처n de fuerzas en la C찼mara de Diputados: Concertaci처n 57, Alianza por Chile 54, Independientes 3, Chile Primero 1 (grupo formado por emigrados del PPD) y ahora los 5 Colorines. Vale decir, los ex Concertaci처n tendr찼n la sart챕n por el mango. Complicado panorama para el gobierno.
¿Por qué han renunciado? Como siempre en estos casos, la respuesta verdadera debe buscarse en su accionar de los últimos años, no en sus declaraciones de ahora. Sin darse cuenta quizás, se autodescriben al señalar los males de la DC. Las ambiciones, la lucha por el poder, la utilización de artimañas al filo de la legalidad. No hace tanto tiempo, siendo presidente del partido, Zaldivar daba conferencias de prensa para exigir más cupos gubernamentales y en el gabinete durante el gobierno de Lagos y de Bachelet, expresando que los que ya estaban en él no lo representaban porque eran de otra tendencia interna. Se reveló como experto en el chantaje político. Ahora, fuera del partido, sobredimensionará esta “habilidad”. Dicen que se van por la “ambición” de Alvear de ser presidenta, y lo dicen estos seguidores de Zaldívar que nunca apareció en las encuestas pero hizo lo imposible para lograr la nominación de la DC contra Alvear, para enfrentar a Bachelet; alcanzó niveles inéditos de descalificación contra ambas, como antes lo había hecho contra Lagos. En ambos caso, se retiró a su circunscripción amurrado cuando perdió la interna.
Como siempre en estos casos, prestan significación trascendental a su partida: “nuestra decisión abrirá un amplio espacio de reflexión acerca de la necesidad de realizar esfuerzos serios por parte de los partidos políticos para democratizarse, abrirse y representar a la ciudadanía”. Parece difícil ver en Adolfo Zaldivar, senador de verbo e ideas simplonas y repetitivas, un líder intelectual, como en los parlamentarios que lo han seguido. Nunca intentó siquiera definir qué era el “modelo económico” que quería cambiar y en qué lo cambiaría, a pesar de que era su muletilla, su letanía. Estos expertos en la muñeca y la conjura interna ven en su partida una ocasión para que el pueblo vea la posibilidad de discutir los males de la política, para que vean “que los partidos y el poder político son instrumentos para servir al país y defender a la gente, y no una máquina infernal que no respeta a las personas, abusa de sus ilusiones y defrauda su confianza”!!!
Est찼 claro que la praxis pol챠tica, en general, en todos los partidos, est찼 profundamente contaminada y alejada de la gente. No se ven por ahora los individuos ni los grupos que podr챠an iniciar un proceso de depuraci처n. Nada se lograr찼 mientras los partidos sean exclusivamente m찼quinas de poder y no canales de expresi처n ciudadana, veh챠culos de grandes sue챰os y de pol챠ticas en bien de las mayor챠as.
Pero un grano de arena –quizás insignificante- en esa vía es la salida de este grupo de la DC. Ningún partido – instancias vitales a la democracia, a pesar de sus taras- puede funcionar si tiene un quiste permanente, dedicado a abusar del poder interno cuando lo tiene, y a tratar de impedir su funcionamiento cuando lo ha perdido. Hay lealtades mínimas con las ideas y los proyectos que deben respetarse.
08.01.08
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