jueves, 4 de agosto de 2005

"Por ese palpitar..."

La 첬ltima bocanada de Sandro
La Naci처n, Domingo 31 de Julio de 2005

El gitano que junt처 toneladas de ropa interior femenina en todos los escenarios del mundo coquetea con la fatalidad. Una enfermedad respiratoria y sus fans ofreciendo abrirse el pecho para donarle un pulm처n son la 첬ltima escena de su propia pel챠cula. Plagiado por Billy Idol y desestimado en Estados Unidos por un productor miope, el morocho que comparti처 ollas comunes y se enamor처 de una prostituta sin dientes en Puerto Montt, sabr찼 c처mo tratar a la muerte. Ac찼, un paseo por su mundo de sensaciones.

Pablo E. Chac처n, desde Buenos Aires

Ya caminaba por la habitaci처n y se le hab챠a disminuido el suministro extra de ox챠geno. Los m챕dicos estaban confiados en dar el alta en pocos d챠as. Hasta se conjetur처 que podr챠a volver a los escenarios en cuatro o cinco meses. Pero su sistema inmunol처gico se descompens처, provoc찼ndole una neumon챠a que -en el lapso de unas horas- transform처 la esperanza en incertidumbre.

La salud del “Gitano”, venerado, mitificado y adorado por más de tres generaciones de mujeres (y muchos hombres), no tiene pronóstico garantizado. Se sabe de su fragilidad y que esa fragilidad ha crecido en los últimos tiempos. En julio del año pasado terminó internado por el agravamiento de la enfermedad pulmonar obstructiva que padece.“Tiene menos de un 50% de posibilidades de salir con vida”, dijeron.

Pero sali처. Con un tubo de ox챠geno a cuestas, sali처.

Lo 첬ltimo que se sabe sobre su reciente crisis -aparte de la posibilidad de que abandone la cl챠nica donde est찼 internado desde el 8 de julio pasado mientras usted lee estas l챠neas- sali처 de boca de su m챕dico de cabecera, Juan Mazzei. El doctor dijo que Sandro contin첬a recuper찼ndose, que incluso camin처 por la habitaci처n que ocupa en el Instituto del Diagn처stico de Buenos Aires. Adem찼s, confirm처 algo que refleja el aura religiosa de la que es due챰o: varias fans llegaron a la cl챠nica para donarle un pulm처n. Tres estaban dispuestas a abrirse el pecho para ofrend찼rselo, pero la ley de donaci처n de 처rganos del vecino pa챠s no permite que alguien vivo ejerza esa voluntad.

“Yo hice lo que me propuse con paciencia de gitano. Lo único que no quería era ser uno más del montón”, dijo una vez el hombre por el cual más de una mujer, entre aullidos y secreciones, ha tirado sus calzones a las tablas donde su figura entonaba taimado, “ay que Rosa Rosa tan maravillosa”.

Se llama Roberto, por un capricho del Registro Civil, y Sánchez, por herencia y desarraigo obligado de inmigrante. Si todo hubiera sido como debiera, estaríamos hablando de Sandor Papadópulus. De modo que desde su primer berrinche en la Maternidad Sardá, del porteño barrio de Parque Patricios, a las tres y veinte de la mañana del domingo 19 de agosto de 1945, su carácter estuvo dividido. “Una de las cosas más coherentes que hice en mi vida fue separar a Sandro de Roberto Sánchez”, confesó en infinidad de oportunidades. Su bisabuelo paterno era un gitano húngaro. El padre de Nina, su mamá, era un gaucho llamado Germán Ocampo.

Así, todo -o casi todo- en la vida de Sandro tiene el color de las fábulas. Se sabe que creció en un conventillo, donde se compartía la olla y había que hacer fila para colar los fideos o para “lavarse las patas”, según su propia descripción.

Su debut ocurri처 el 9 de julio de 1957, en la localidad de Valent챠n Alsina: una escuela hab챠a organizado una representaci처n por el D챠a de la Independencia, y 챕l era uno de los actores. Con las patillas negras, pintadas con un corcho para parecerse a Elvis Presley, el nene ofreci처 su primer show; play-back y baile causaron semejante conmoci처n (y calenturas disimuladas), que la se챰orita Elsa Texeira -su maestra de sexto grado- decidi처 que el peque챰o prodigio repitiera el n첬mero. Pero el diablo meti처 la cola: se rompi처 el disco de fondo y el alumno S찼nchez no tuvo mejor idea que improvisar a capella. Dicen muchos que ese d챠a Sandro lleg처 al mundo.

CORAZÓN DE BARRIO

Apost처 a ser lo que quiso: decidi처 cantar; despunt처 el vicio con serenatas por el barrio cantando los boleros de moda, al tiempo que su cuerpo se estilizaba de acuerdo a la 챕poca. Due챰o de una sensualidad -dicen las chicas y no tan chicas- arrasadora, y de unos ojos negros profundos como los escotes donde empez처 a meter mano, empez처 con un d첬o que form처 con su amigo Enrique Irigoyt챠a. Sigui처 con el Tr챠o Azul, despu챕s con Los Caribes, rebautizados al poco tiempo como Los Caniches de Oklahoma; as챠 hasta su primera entrada a un estudio de grabaci처n, para registrar un single por el que no recibi처 un peso.

En 1961 salieron al ruedo Los de Fuego, cinco amigos de Valentín Alsina vestidos por la madre del líder. Nina diseñó los atuendos: pantalón gris, pulóver escote en “V” y campera cruzada por una banda amarilla. Sandro tenía poco más de 16 y el gran salto adelante, “El Gitano” lo daría en 1965.

“Hablando de las raíces, te voy a contar una anécdota muy linda. En el 88 hice los recitales en el Luna Park, festejando mis 25 años como Sandro; yo cerraba el espectáculo con una canción que se llama ‘Amor de Buenos Aires’. Hay un momento que dice: ‘Y te amo tanto como las glicinas de los viejos patios de mi puente Alsina’; me lo hicieron a medida, ¿viste? Un buen día voy a ver un auto que me estaba preparando, un viejo Rambler Ambassador, que son los que me gustan a mí, y fui a la casa del mecánico, que está ahí, en Alsina. Llego, entro, no me vio nadie, y cuando salgo había unas 20 personas. Ahí me agarra un gordito en camiseta, me pega un abrazo y me dice: ‘Te fui a ver al Luna, ¿viste qué lindo barrio tenemos?’. ¿Y sabés qué? Ahí me di cuenta de que yo ya había llegado, que todo lo demás que había hecho en mi vida había sido, a lo mejor, para ser alguien en mi barrio”.

Entre aquel 1965 y ese 1988 mucha agua hab챠a pasado bajo el puente. En 1968 empieza a peregrinar. Primero, el Festival de Vi챰a del Mar; luego, Venezuela. La CBS, su compa챰챠a, ya lo considera en Am챕rica Latina el n첬mero uno. El 2 de agosto del 69, a horas del multitudinario Festival de Woodstock, Sandro recibe en Nueva York su primer disco de oro.

Después contó: “Yo empecé a grabar en la vieja CBS, cuando todavía se llamaba Columbia. Me acuerdo del primer día como si fuera hoy: dimos la prueba con Los del Fuego; nosotros hacíamos un rock muy heavy, más pesadón, y nos hicieron sugerencias en algunas canciones en español; nos ofendimos. El que decidía dijo de mí: ‘No, ese pibe tiene mucha boca, mucho pelo, no va a andar’”. No fue éste el caso. El productor que pasó al olvido no sólo no sabía quién era Mick Jagger, también desconocía el gusto vernáculo: antes que un morocho argentino, Sandro representaba esa mixtura medio salvaje, mezcla de etnias, tradiciones e idiomas sazonada en tierra aborigen, al mismo tiempo cosmopolita, desvergonzado y tímido. Un caballero de armas llevar del cono sur dedicado (y prestado) a la gringada, embobada ya por la calidad tímbrica, sonora y rítmica de la bossa nova, que no entendía cómo de la misma zona del planeta podían salir sensibilidades tan disímiles (y tan afines) como Violeta Parra, João Gilberto, Carlos Gardel… y Sandro.

“Yo no estaba preparado como ser humano para bancarme todo ese éxito. Apenas había cumplido la mayoría de edad tuve mi primer auto sport convertible, que era una locura. Tenía plata en el bolsillo, un coche de primera y las mujeres me corrían, ¿quién me paraba?”.

POR ESE PALPITAR

Sandro conquistó definitivamente América en 1970. A ocho dólares la entrada, el 11 de abril se presentó por primera vez en un Madison Square Garden. Iba por más; en 1971 se presentó en el Festival Internacional de Cantantes Galos, en Cannes; interpretó “Así” y “Rosa Rosa”, y los refinadísimos franceses enloquecieron imaginando que “El Gitano” era una versión latinoamericana (y menos reventada) de Serge Greinsbourg. A esa altura, Sandro era un hombre cubierto de mujeres. A España fue y tuvo que volver de inmediato: “Porque yo te amo” rompía récords de venta. Y de ahí a Miami, donde recibió las llaves de la ciudad, y más giras: Ecuador, Panamá, México. Provocó desmayos al mínimo movimiento de su pelvis. No pudo alcanzar más éxitos: rechazó protagónicos de telenovelas, a su país llegaba casi de visita, se presentaba pocas veces, y siempre era un escándalo de público. Así hasta el 82. En el 83 trabajó mucho en la puesta a punto de su último disco, “Vengo a ocupar mi lugar”, y en el 84 descubrió, sorprendido, que en un video del cantante norteamericano Billy Joel habían plagiado íntegramente una secuencia de la película “Tú me enloqueces”, dirigida por el propio Sandro.

“Entré en una vorágine enfermiza. Durante muchísimos años hice cine, televisión y giras, todo a la vez. Vivía prácticamente arriba de los aviones (…) tenía una valija en el aeropuerto. Llegábamos a veces de Chile, cambiábamos la valija ahí nomás, me vestía y salíamos para Estados Unidos”.

El resto de la historia es menos conocida. Su legendario retiro en la guarida de Banfield, donde compartió sus horas de intimidad con la misma mujer (hasta hace un par de años), su tabaquismo, irreversible hasta que explotó el enfisema, su notoria obesidad, las primeras críticas (“el carisma lo conserva, pero los años no pasan en vano”) que, sin embargo, no lograban restar un ápice su ascendiente sobre el público, sobre sus mujeres, que nunca lo desearon más que cuando la prensa se ensañó con sus poses. Sandro era envidiado, pero también tratado con la indulgencia que se le dispensa a las glorias del pasado. Pero el hombre dejaba todo para estar con los suyos: hasta el cigarrillo. Ahora que está enfermo (y más vivo que nunca) deja que los medios hablen: que ventilen sus amores más o menos secretos (con María Martha Serra Lima, por ejemplo) y con muchísimas más, que hicieron quedar tan mal a su mujer que le pidió el divorcio (concedido).

Pero hay que verlo en el escenario todavía, imantando a todos los públicos, para entender por qué este tipo que no llega a los 60 y sabe el precio de la libertad, tampoco ignora -por respeto, por caballero- los guiños de la muerte. Y seguro que “El Gitano” sabe cómo tratarla: como una mujer fatal que se lo podrá llevar, pero jamás lo va a merecer.

 
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