La nueva ola de nostalgia me hizo bucear en los ba첬les. Esto lo escrib챠 hace a챰os. Por lo recordado por ustedes, confundo algunos nombres en la generaci처n del '64. Va en dos partes.
NOSTÁLGICOS- LA LLEGADA (primera parte)
Agosto de 1964.
Un taxi me llev처 al Instituto Chileno-Sovi챕tico, que creo quedaba en calle Ej챕rcito cerca de la Alameda. Estaba la mayor챠a de los nuevos becados, practicando con entusiasmo bailes y canciones folcl처ricas. Un grupo abigarrado en m찼s de un sentido. Todos se acercaron a saludarme, present찼ndose y dando la bienvenida. Mucho m찼s tarde aprender챠a a identificarlos. El hermano Oso, grande y tranquilo, muy estudioso. Pastor (“porque se le arrancan las cabras en la noche”, tratarían de explicarme después), siempre con una alegría un tanto particular. Figueroa, egresado de arquitectura, especie de hermano mayor, del cual siempre me pregunt챕 qu챕 diablos hac챠a en el grupo. Con un t챠tulo en mano, creo que mi deseo de aventura habr챠a disminuido considerablemente. La Pedacito de Chile, pequeña, redondita, que se presentó precisamente con esas palabras (vengo de tal ciudad, estoy interesada en todo lo que es mi país, y pienso representarlo lo mejor posible. Así que puede decirse que “soy un pedacito de Chile”). El Pato Rojas, retra챠do y con una perenne sonrisa medio misteriosa bajo su barba y un aspecto de desd챕n por los pobres humanos que no fueran de su c챠rculo.
Estaba all챠 la sub-20 del PC, los futuros cuadros. Arturo Le처n, de rostro anguloso combinaci처n de Iv찼n Zamorano y Marcelo Salas, que acostumbraba destrozar coyunturas al estrechar vigorosamente la mano con gesto serio y ojos intensos. Pamela Mewes, alta y esbelta tirada a flaca, de ojos orientales con signo de interrogaci처n. Len챠n D챠az, muy moreno, de pelo lacio, con los ojos m찼s sonrientes y c찼lidos que haya visto en un var처n, hijo de un diputado del PC. Ver처nica D챠az, peque챰a, con facciones de mu챰eca oriental, atenta y delicada, hija de V챠ctor D챠az, subsecretario general del PC.
Estaba el grupo de los siempre elegantes. Froddy Cisternas, elegancia con chaleco, amable como un diplom찼tico, militante de la moral socialista, como veremos m찼s adelante. Somariva, pinta de gal찼n de cine, que no perd챠a el tiempo con los extra챰os a su c챠rculo, con singular indiferencia por las angustias existenciales de las damas que enamoraba y luego desechaba; en el avi처n, se paseaba simulando sollozos porque ya extra챰aba a su perro regal처n. Un muchacho, cuyo apellido no recuerdo, que se destinaba a estudiar Derecho internacional, tan elegante que un d챠a lleg처 de terno y corbata a un d챠a de trabajo solidario con Argelia, reciente v챠ctima de un terremoto (pero era un terno con un cuentakil처metros un tanto abultado, para ser justos, y adem찼s trabaj처 codo a codo con los dem찼s), tan metido en sus estudios que parec챠a estudiante clandestino porque nadie lo ve챠a en las tertulias y en el comedor, respetado por sus condisc챠pulos, hijo de un profesor de la Universidad de Concepci처n, abogado prestigioso, hombre de peso en el PC, aunque no fuera dirigente formalmente.
Estaban all챠 dos hijos preclaros de Lautaro. Samuel Sandoval, el peinado revuelto, el moh챠n de ni챰o amurrado, acelerado permanente, que nunca estaba ni ah챠 con nada, que lavaba la ropa cuando ya no ten챠a ni un calcet챠n para ponerse o cuando su closet ya no cerraba por la ropa sucia acumulada, que coleccionaba las conquistas entre las f챕minas rusas (no s챕 donde marcaba las muescas correspondientes), que aportillaba cualquiera discusi처n filos처fico-pol챠tica con torpedos f찼licos. Gabriel Barra, peque챰o, delgado, pie plano, poeta, con humor sorpresivo y c찼ustico, fan찼tico de Gilbert Becaud, admirador de dos grandes poetas del sur, Gonzalo Rojas, el profesor-amigo en Concepci처n, y Jorge Teillier, coterr찼neo y amigo de muchas botellas en disgresiones po챕tico-filos처ficas y consultorio sentimental, con menci처n especial a la bella y cruel Beatriz.
Hab챠a dos fan찼ticos m찼s de su terru챰o. Miguel Orrego, de Salamanca, que extraía más orgullo de aquellos escasos kilómetros cuadrados de la IV región que Unamuno de su homónima española, con Universidad y todo. Con aquél –muchas veces acompañados por Samuel y Gabriel y, más a lo lejos, por Juan- hicimos tantas revoluciones como botellas de mostos y graduaciones diversas descorchamos; Lenin, Mao, el Che y otros fueron alpargatas al lado nuestro... ¿Han escuchado aquello de “crear uno, dos, tres... vietnams”? El Che lo copió de nosotros. Cuando reponíamos fuerzas, era Salamanca el tema-obsesión de Miguel, filósofo de la tierra, de los terruños y de sus productos. Cada borrachera terminaba con el juramento reformulado de que nuestra primera actividad al regresar a Chile sería un asado-curda al aire libre en aquel lugar bendito por todos los dioses habidos y por haber. Pero, más allá de la revolución, la tierra y Salamanca, el tema subyacente era siempre él mismo. Estaba convencido que su Destino –con mayúscula- ya estaba trazado y que estrellas invisibles ya circundaban su frente. Era un buen amigo, generoso y preocupado de su grupo[1].
Juan Escobar venía de Alto Jahuel (“High Jahuel”, le decía yo para llevarle el amén, para gran alegría suya). Pero en su caso, la cuna era más pretexto que convicción profunda. Se tenía gran confianza, para decirlo de algún modo. Era serio, “aperrado” en sus decisiones, sobre todo en sus estudios: agarró a patadas, a combos, su carrera de ingeniería y la sacó con bien[2]
Habían dos orgullosos representantes de la raza mapuche, Juan Milanca y Eusebio Painemal. Juan era implacable consigo mismo. Tenía una disciplina para el estudio tan extremada que daba miedo, porque era casi obsesión. De las clases pasaba al comedor como una obligación molesta; si la cola le parecía demasiado larga, se iba a estudiar y volvía al filo del cierre; muchas veces llegaba tarde o simplemente no venía. Andaba siempre con un libro en el bolsillo, que sacaba cuando tenía que esperar, llenándolo de observaciones con tinta negra, subrayándolo con líneas temblantes o con un solo trazo rápido. Siempre estaba en su habitación estudiando. Su nerviosismo y su dominio precario del ruso –quizás provocado por lo anterior- no le permitían ser en clases lo brillante que en realidad era. Tenía otra obsesión: su privacidad. Nunca hablaba de sí mismo, de su familia. Un día todo lo que guardaba desbordó por alguna razón, y me habló de su novia, me mostró su foto, con los ojos brillantes y la voz susurrante. Días o semanas después, cuando le pregunté si había recibido noticias de ella, adoptó una expresión aún más reconcentrada de lo habitual, diciéndome que había cometido un grave error al hablarme de sus asuntos personales y que no deseaba volver a tocar el punto. Fuera del estudio y del trabajo, se sentía incómodo en presencia de otros. Todos los esfuerzos que diferentes personas hacían para sacarlo de su komnata para que se relajara compartiendo socialmente eran in첬tiles. A veces, para librarse de los molestosos, o en alg첬n momento de debilidad, pagaba la cuota del evento, pero no asist챠a. A첬n recuerdo su discurso en una comida que hicimos los m찼s cercanos para celebrar nuestra graduaci처n: nos dese처 suerte, hizo un llamado a nuestro sentido de la responsabilidad y profesionalismo para dejar bien puesto el nombre de la Universidad y, sobre todo, dijo, no se olviden de leer la “dopolnitelnaia literatura”. Su última obsesión era, por supuesto, Valdivia, ciudad que le arrancaba más suspiros que su polola, por lo menos en público[3].
Estaba tambi챕n Eusebio. Inteligente y responsable, sent챠a un gran orgullo por su raza, informaba sobre su historia, su cultura, discut챠a por la injusticia hist처rica (despojo de sus tierras, exterminio de su cultura por omisi처n) y la discriminaci처n social, cultural y econ처mica de que eran objeto. Aunque sabe sonre챠r, tiene algo de introvertido, de reconcentrado, de sombr챠o[4].
La mayor챠a del grupo no era comunista ni filo-comunista. Hab챠a algunos de la JS, uno que otro radical. Un buen porcentaje estaba constituido por quienes ve챠amos en la beca la 첬nica posibilidad de seguir estudiando. Lo anterior no era sorprendente. En aquellos a챰os, la URSS llevaba una pol챠tica de abrirse al mundo, de conquistarse voluntades o, al menos, disminuir en algo la imagen de come-curas. El Instituto Chileno-Sovi챕tico era presidido por Alberto Baltra, distinguido economista militante del Partido Radical (PR).
[1] Agr처nomo, durante 1970-73, fue encargado zonal de Odepa, Ministerio de Agricultura. El exilio lo vivi처 en Londres durante m찼s de diez a챰os, duros, trabajando como obrero en una industria. El regreso a Chile no fue bueno, como para muchos exiliados. Durante un a챰o, fue responsable comunal de un organismo del agro. Luego, nada. Muri처 en 1997, v챠ctima de un c찼ncer fulminante.
[2] El exilio lo llev처 con su Bernardita y su prole a Montr챕al, Canada, donde revalid처 su t챠tulo con la misma fiereza con que lo hab챠a obtenido la primera vez, y al cabo de algunos a챰os gan처 el cargo de responsable de 찼rea en el Ministerio de Obras P첬blicas en el norte de la provincia de Qu챕bec, donde no tengo dudas que lo ha hecho muy bien.
[3] Hecho característico, las veces que lo encontré en Chile en el período 70-73 y después en los ’90, nunca me mencionó dónde trabajaba ni si había estado en el exilio. A buen entendedor, no le pregunté. Pero no resistí la tentación de interrogarle sobre su amor de adolescente. Todo estaba bien en ese frente: se había casado con ella y seguían juntos.
[4] Agrónomo, trabajó para el Ministerio de Agricultura en la actual IV región hasta 1973, donde conoció a su segunda esposa, Carmen. Tiene tres hijos, que despuès de septiembre de 1973, son candidatos ideales para ser cosmopolitas sin raíces particulares: Rumania, Hungría, Chile, Canadá, Bolivia, con estadía de años en cada país. Carmen, simpática y extrovertida, dice: “En mala hora me casé con un mapuche: a cada año que pasa, me pongo más vieja y Eusebio está más joven. Cuando pasen los años, pareceré la mamá de mi marido”.
Que impresionante lo que puede suceder cuando se abre un baul. En este caso, el baul de Patricio trae recuerdos inolvidables de gente tan especial. Y tambien hay sorpresas. Por los recuerdos de Patricio y los mios, la generacion del 64 y del 65 atribuimos la llegada de la Pedacito de Chile en esos años. Quizas hubo dos pedacitos de Chile al final. Yo me referi a Maria Angelica Arenas, de Quilpue y que viajo el 65 y tras casarse y tener una hija fallecio tragicamente en su komnata. El elegante de terno en el trabajo voluntario aparentemente es Dario Ulloa, hijo del escritor y medico de Concepcion Justo Ulloa. Tan serio y educado es Dario, que uno no se atrevia ni a decir guevon delante suyo. Emocionante recordar el comentario de Patricio sobre Sergio Leon y su temerosa manera de dar la mano, que te dejaba todo adolorido, pero su calidez humana era intensa. Sergio fue Sub-director de Ferrocarriles durante el gobierno popular. No es de extra챰ar que la consigna de dos, tres Vietnam haya salido de alguna komnata. En esas habitaciones se arreglaba el panorama mundial a diario y habia gente que lo habria hecho mucho mejor que conocidos lideres. Gracias Patricio, echa otra mirada en el baul, quizas hay mas papeles. En el album "El Valle de los Dinosaurios" pondre una foto de 1963. En ella estamos con Eusebio en una conferencia de la Jota, mucho antes de la Lumumba. Quizas hoy Eusebio se ve casi igual a esa foto de hace 42 a챰os. Ojala sigan los recuerdos.
ResponderBorrarMarcos! Tienes raz처n en los tres puntos: el colega elegante era Dar챠o Ulloa (tantos a챰os tratando de acordarme de su nombre, a첬n cuando recordaba claramente su aspecto); la "Pedacito de Chile" era Ma. Ang챕lica Arenas y es de la promoci처n 1965. La memoria colectiva es "m찼s mejol". Gracias. Pato
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