Queridos Lumumberos !
Despues de léer la reseña histórica del Pato sobre Quillota, quedé mudo. Debe ser porque el Pato no conoce a San Ignacio. A 32 Km de Chillán hacia la cordillera, se encuentra el pueblo de algo asà como 15 mil habitantes (hace diez años eran 30 mil). AgrÃcola 100%, en donde son bastante conocidos sus vinos (tinto y blanco). Es cabecera de comuna, pero la última vez que lo visité (en el 2004, después de 40 años de ausencia), parecÃa un pueblo fantasma. No creo que haya sido solo por el calor, pero no habÃa un alma en las calles. Lo único nuevo del pueblo es la tenencia de carabineros, una ambulancia, no tiene Bomberos (aparte de los bomberos locos de siempre), bares en cada ezquina, sin contar con los clandestinos que son los más. La gente es diferente a la de antaño. En los años sesenta llegaban los autobuces llenos de gente que querÃa disfrutar de la naturaleza del entorno, principalmente del rio en sus cercanÃas, de las frutas y de sus vertientes. Ahora no llega nadie. De repente llega un sentimental, como este pecho, a revisar la corteza de los árboles de la plaza donde quedaron eternizadas las iniciales de los amores adolecentes. La iglesia grande de aquellos años se desplomó un dia en que todos dormÃan. Los terremotos y temblores la habÃan dejado en estado deplorable. Lo único que quedó en pié fué la residencia del párroco, que compartÃa con su "secretaria". Ahora se construyó otra en su lugar, pero mucho más pequeña. La cantidad de fieles disminuyó enormemente, y no solo por la fuerte caÃda de su población, sino más bien porque el altÃsimo nunca escuchó las plegarias de los pobres de esas latitudes, que son los más. La escuela número cinco del pueblo de dos pisos, la destruyó un incendio hace 20 años. En su lugar, una escuelita de matrial ligero, pero rodeada de jardines. La untigua escuela de hormigón de gruesas murallas, tenÃa en su interior las vÃceras de madera, lo que hizo que ardiera por los cuatro costados. Las viejas que llegaron con baldes con agua a apagar el siniestro, no pudieron acercarse por la amenaza de quedar convertidas en carbón. Fué la luminaria más importante del pueblo y de sus alrrededores de los últimos años. Cuando llegaron los Bomberos de Chillán, solo quedaban los cimientos de la fuera el orgullo del pueblo. Existe una escuela de monjas Alemanas, que refugia a las niñas de hogares irregulares. Allà aprenden profesiones que no pueden ejercer en el pueblo por falta de cualquier industria o comercio. Contrasta enormenente con el San Ignacio de mis años mozos. Las familias que levantaron la economÃa y el empleo se echaron el broiler, por alguna razón. Las casonas de estilo colonial aún permaneces, pero con enormes candados en sus portalones, alrrededor de la plaza. Nadie llega, porque no hay razón para llegar. Las tertulias de los jovenes durante las vacaciones escolares en los meses estivales se fueron para nunca más volver. Encontré a un compañero de liceo, que se las bate como profesor primario en una escuelita en San Miguel, a "16 cuadras de San Ignacio", que no và durante toda mi ausencia (desde 1963). TenÃa la narÃz de un alcohólico, pero vestÃa traje azul con camisa muy blanca. Se habÃa casado con una niña muy hermosa que se quedó para seculás seculorum en el pueblo. TenÃa un aspecto cansado y su lenguage era seco y ordinario. Maria se vistió con sus mejores pilchas cuando supo que andaba en el pueblo, pero no pudo ocultar la desepción de que la viera asÃ. Dijo que desde que partieron las familias de "bien", el pueblo se vino irremediablemente abajo. De las 10 familias que recogÃan practicamente todo el empleo agrÃcola, no quedó ni una. Visité mi casa paterna, pero ya una parte de ella se habÃa desplomado. El resto fué presa de una motoniveladora, que encargamos especialmente para que no se convirtiera en un peligro para los pelusillas que jugaban en su interior. Nuestro molino aún permanece en pié, en la periferia del pueblo. Era un molino movido por uan turbina de agua, pero que más tarde fué reemplazada por un tractor. El canal del agua disminuyó su caudal y nunca más nadie hizo trabajo alguno para liberarlo de su sedimento. Me fuà triste y con un sentimiento de desolacióne en la pechuga. Me tomé un refersco en una fuente de soda que funcionaba en la antigua casa de mi peuca de entonces. Fué más que nada para enterarme de su destino. Despues de escuchar los chascarros, me dà media vuelta y apreté cachete de vuelta a Santiago. Quillota en Nueva York, comparado con mi pobre San Ignacio. Un fuerte abrazo, con la fraternidad de siempre.
Ren챕
Alemania, 07.04.2007.-
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