miércoles, 5 de enero de 2005

El día más esperado

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El d챠a m찼s esperado

Lo que importa es que mi hijo, los hijos de todos los que sufrieron, y las viudas, y los padres que enterraron a sus hijos, y las novias de ajuar frustrado, y las abuelas que se quedaron con los mimos sin due챰o, vean a la bestia fascista, al criminal a sueldo, al asesino de sue챰os, al ladr처n de vidas y de bienes, fotografiado de frente y de perfil, con el n첬mero de reo bajo la quijada, estampando las huellas digitales de sus zarpas con la tinta negra de la verg체enza. Eso es lo que importa.

Luis Sep첬lveda (*)

Hace pocas horas desped챠a a mi hijo Sebasti찼n en el aeropuerto de Gij처n. Como siempre disfrac챕 la tristeza del adi처s con un par de chistes, y vi como mi joven hombre de veinte a챰os, de la mano de su chica, me hac챠a se챰as antes de subir a la sala de embarque. Como siempre, porque el hombre es animal de costumbres protectoras por absurdas que 챕stas parezcan, permanec챠 ah챠 hasta que el avi처n despeg처. Como siempre, hice un recuento de los d챠as y horas compartidos, y me detuve en el recuerdo de una caminata por la playa solitaria mientras 챕l me ped챠a que le contara mi 첬ltimo viaje a Chile. Emocionado le narr챕 que hab챠a sido un buen viaje, que me hab챠a reencontrado con mis viejos amigos, con mis queridos compa챰eros de la guardia del presidente Allende, y que lentamente empezaba a planear mi regreso.

Mi hijo luc챠a con orgullo una camiseta del Foro Social Chileno, el bello dibujo de Federica Matta resplandec챠a con la luz marina.

-쩔Esa bestia sigue ah챠, sin que lo toquen?, pregunt처 de pronto.

S챠, la bestia, el criminal, el asesino, el ladr처n segu챠a en Chile, protegido por la m찼s odiosa impunidad.

-Lo pasaremos bien en Chile. Tendr챕 un par de caballos- respond챠 para conjurar esa presencia avergonzante.

Cuando el vuelo de mi hijo desapareci처 del panel de informaci처n regres챕 al auto, ech챕 a andar el motor, y entonces el milagro de la radio me entreg처 la noticia m찼s esperada: la Corte Suprema de Justicia rechazaba el recurso de amparo presentado por la defensa de la bestia, del criminal, del asesino, del ladr처n, y ser챠a sometido al juicio que espera la sociedad chilena, los chilenos que viven entre la cordillera y el mar, los que viven en la di찼spora, los que nacieron bajo otros cielos y han crecido con nuestro amor por el lejano pa챠s salpicado de islas.

Confieso que cre챠 que este d챠a tan esperado no llegar챠a jam찼s, y no por desconfianza en la justicia, sino en los encargados de administrarla. 쩔Cu찼ntas vidas se habr챠an salvado si los tribunales chilenos hubiesen aceptado los recursos de amparo presentados por los familiares de los desaparecidos, de los asesinados en los centros de detenci처n y tortura, de los degollados a medianoche y en horas en que s처lo los criminales pod챠an moverse por las calles de Chile?

Entre 1973 y 1989 se presentaron miles de recursos de amparo, los familiares acud챠an con testigos que hab챠an presenciado las detenciones, los secuestros, los robos de personas, y ninguno fue aceptado pues la justicia chilena estaba en manos de prevaricadores, de c처mplices del dictador.

No cre챠 posible este d챠a, pero al mismo tiempo, porque conozco y admiro la historia c챠vica de mi pa챠s, siempre intent챕 convencerme de que el juicio a Pinochet empez처 cuando el 첬ltimo defensor del palacio de La Moneda dispar처 el 첬ltimo tiro en defensa de la constituci처n y la legalidad.

No ser찼 juzgado por todos sus cr챠menes, sino por algunos, tan salvajes y bestiales como todos los que orden처 desde su cobard챠a de s찼trapa, desde su vileza de ser mediocre y obtuso, desde el hedor de su traici처n. Pero ser찼 juzgado, con todas las garant챠as que nosotros no tuvimos, y nos alegra que as챠 sea porque creemos en la justicia.

Es deber de todos velar porque no le ocurra nada, que su salud se mantenga, que no le falte nada, y si es preciso hacer una colecta p첬blica para mantenerlo vivo, pues la hacemos,쩔cu찼nto hay que poner? Lo que importa es que mi hijo, los hijos de todos los que sufrieron, y las viudas, y los padres que enterraron a sus hijos, y las novias de ajuar frustrado, y las abuelas que se quedaron con los mimos sin due챰o, vean a la bestia fascista, al criminal a sueldo, al asesino de sue챰os, al ladr처n de vidas y de bienes, fotografiado de frente y de perfil, con el n첬mero de reo bajo la quijada, estampando las huellas digitales de sus zarpas con la tinta negra de la verg체enza. Eso es lo que importa.

Mientras escribo estas líneas, mi hijo Sebastián vuela rumbo a Alemania y yo recuerdo el paseo por la playa desierta. Ahí le conté de mi regreso a El Cañaveral, aquel lugar sagrado entre los montes en donde el Dispositivo de Seguridad del Presidente Allende, el GAP, se preparaba para defender la vida de nuestros dirigentes, de los encargados de hacer realidad el más bello sueño colectivo de mi generación. Ahí, junto a “Patán”, “Galo”, “El Pelao” y otros de los mejores, de los más valientes compañeros que he conocido y cuya amistad es mi gran orgullo, simplemente recordábamos aquel sueño lleno de anécdotas y juventud.

S챕 que ellos comparten esta serena alegr챠a por este d챠a, por este d챠a tan esperado, en que la d챕bil luz de la justicia se deja ver entre el humo de La Moneda en llamas, entre los rostros luminosos de todos los compa챰eros del GAP que cayeron y que jam찼s desaparecieron de nuestra memoria.

* Relato gentileza de www.attac.cl 

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