domingo, 9 de enero de 2005

Historias que se conocen solo en Democracia.

Adelanto del libro “De la tortura no se habla: Agüero vs. Meneses”, de Patricia Verdugo
Protagonistas de la tortura

Cuando se inici처 el caso Ag체ero-Meneses, en el 2001, la tortura era un tema vedado en Chile. Las casi simult찼neas denuncias de Felipe Ag체ero contra Emilio Meneses y del ex prisionero Carlos Bau contra el general Hern찼n Gabrielli descorrieron el velo por un breve lapso. Pero sembraron una semilla que germin처 dos a챰os m찼s tarde: el Informe Valech.

Nacion Domingo

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Por Patricia Verdugo

Esta historia -tan real como dolorosa- tiene a dos personas en el centro del escenario. Dos personas que, dependiendo del punto de vista, ocupan los roles de protagonista y antagonista. O de v챠ctima y victimario. Si s처lo atendemos a la forma del proceso rol n첬mero 165.085-3 del S챕ptimo Juzgado del Crimen de Santiago, Felipe Ag체ero Piwonka aparece como el victimario que ofende a Emilio Meneses Ciuffardi, provocando que este 첬ltimo se querelle por injurias graves. Si vamos al fondo del asunto, Felipe Ag체ero resulta ser la v챠ctima de las torturas que le infligi처 Emilio Meneses en 1973, mientras el primero era prisionero pol챠tico y el segundo, oficial de reserva de la Armada.

Sus vidas tuvieron un primer punto de encuentro en el Estadio Nacional, cuando el recinto sirvi처 como campo de concentraci처n de prisioneros pol챠ticos. Casi dos d챕cadas despu챕s, cuando Chile hab챠a iniciado la transici처n, volvieron a encontrarse. Para entonces, ambos eran acad챕micos especializados en materias de Defensa. El profesor Meneses puso el eje en la estrategia y el profesor Ag체ero lo hizo en la relaci처n militarismo-democracia.

Volvi처 a transcurrir otra d챕cada para lo que podr챠amos numerar como el tercer y definitivo encuentro. Ambos protagonizaron un bullado caso ante los tribunales y, sentados frente a una jueza, se enfrentaron finalmente en un careo. Para ese entonces corr챠a el a챰o 2002.

MISILES DE PAPEL

Iniciada la transición, la voz de Emilio Juan Meneses Ciuffardi como “experto en defensa” tuvo creciente importancia en la prensa. Como profesor titular de la Universidad Católica de Chile (PUC), daba clases en el pregrado y en el magíster del Instituto de Ciencia Política. Y llegó a ocupar la cátedra Zenteno de Estudios de Defensa del mismo instituto.

Todo marchaba sobre ruedas -en lo profesional- para el profesor Emilio Meneses Ciuffardi cuando ya bordeaba el medio siglo de vida. Sus metas se cumpl챠an.

Hasta que lleg처 el a챰o 2001 y dos cartas determinaron su ca챠da.

La primera llegó al comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile y estaba firmada por el coronel Mark Meyer, ex agregado militar de Estados Unidos en Chile. En síntesis, sostenía Meyer que el profesor Meneses en enero de 1997 le dijo que aún tenía mucha influencia en la Fuerza Aérea -debido a sus antiguos vínculos como asesor- y su ayuda podía ser clave para resolver la compra de aviones. Agregó -según el ex agregado militar estadounidense- que no tenía preferencia por alguno de los cuatro modelos posibles y que estaba dispuesto a considerar ofertas “significativas” ya que su tiempo era valioso. Lo que concernía a Estados Unidos eran los modelos F-18 de la Boeing McDonell-Douglas y el F-16 de la Lockheed Martin. Los otros dos eran europeos: el sueco JAS Gripen y el francés Mirage. No hubo trato alguno con el profesor Meneses -aclaró Meyer en su carta- porque las empresas no se interesaron en sus servicios.

Ante el escándalo, Meneses aclaró a El Mostrador que “aquí se ha pretendido crear un acto criminal de una operación comercial”. Al diario El Mercurio le dijo que la carta del coronel Meyer era “una colección de imprecisiones, exageraciones y faltas a la verdad”.

La Fuerza A챕rea de Chile hizo un formal reclamo a la PUC ante la denuncia que afectaba a uno de sus acad챕micos y se inici처 una investigaci처n en la rector챠a.

Casi en paralelo, otra carta llegó al Instituto de Ciencia Política de la PUC desde Estados Unidos. Una copia fue enviada por correo electrónico a finales de febrero de 2001 y el director Alfredo Rehren no pudo conocerla de inmediato porque su computador estaba fuera de servicio. El instituto estaba de mudanza desde la casa central de la PUC hacia el Campus San Joaquín y los académicos quedaron “desconectados” por unos días. El original de la carta fue despachada por correo normal. La carta estaba firmada por el profesor Felipe Agüero Piwonka y fechada el 21 de febrero de 2001.

As챠 fue como simples hojas de papel se convirtieron en misiles que sepultaron la carrera acad챕mica y el prestigio p첬blico de un hombre que -hasta entonces- aparec챠a en la prensa local como un respetable analista experto en Defensa.

Nada, hasta ese momento, delataba que el profesor Emilio Meneses tuviera alg첬n temor por lo obrado en el campo de concentraci처n del Estadio Nacional en 1973.

CARA A CARA CON MENESES

Felipe Ag체ero Piwonka no hizo el servicio militar y no registra antecedentes que lo relacionen con acciones violentas durante su juventud, como en el caso del profesor Meneses. Ag체ero Piwonka ten챠a 21 a챰os cuando ocurri처 el golpe de Estado, estudiaba en la Escuela de Sociolog챠a de la PUC y militaba en el MAPU, que formaba parte de la alianza pol챠tica gobernante. Trabajaba, adem찼s, en el Ministerio de Relaciones Exteriores.

Cinco d챠as despu챕s del golpe militar, fue arrestado por una patrulla militar en la calle. Iba acompa챰ado por su amigo Fernando Villagr찼n. Ambos hab챠an estado con el dirigente m찼ximo del MAPU -el actual senador Jaime Gazmuri- y portaban el primer comunicado del partido a sus militantes. Tras una fuerte golpiza, fueron llevados a la Base A챕rea El Bosque donde los interrogaron y maltrataron. Luego los trasladaron al campo de concentraci처n que se improvis처 en el Estadio Nacional, donde fueron separados. El joven Ag체ero permaneci처 all챠 por casi un mes y fue v챠ctima de variadas forma de tortura, incluyendo la aplicaci처n de electricidad. Luego fue trasladado a la C찼rcel P첬blica de Santiago. Nunca se hicieron cargos en su contra ni fue sometido a proceso. Recuper처 su libertad en febrero de 1974, luego que su familia logr처 que intercediera ante la autoridad militar el abogado Jaime Guzm찼n Err찼zuriz.

Entre los a챰os 1978-1982, Felipe Ag체ero fue investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), en Santiago de Chile, y public처 dos libros que -por su car찼cter acad챕mico- lograron pasar las barreras de la censura militar.

En 1982, Ag체ero parti처 a Estados Unidos a realizar su doctorado en la Duke University. Luego fue fellow en The Helen Kellog Institute de la Universidad de Notre Dame (1989), en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en 1993-94, y en el North-South Center, de la Universidad de Miami, en 1994-95.

Ser챠a largo de enumerar los consejos universitarios, comit챕s y consejos editoriales a los que pertenece el doctor Ag체ero en Estados Unidos. Todo ello habla de su excelencia como acad챕mico y del prestigio alcanzado en su campo. Nada en su extenso curr챠culo delata ese otro espacio de realidad que subyac챠a en su vida. Porque a la tortura que sufri처 en 1973 siguieron otras, como ha sido el caso de todas las v챠ctimas. Mientras permaneci처 en Chile, en los siguientes nueve a챰os, hasta 1982, estuvo el temor de que se repitiera la experiencia. Cada nuevo dato acerca de la represi처n de la dictadura activaba la memoria, con un agravante: reconoci처 a uno de sus torturadores en una fotograf챠a publicada en la p찼gina de sociales de El Mercurio. Se trataba de un ex oficial de reserva de la Armada. El temor a encontr찼rselo en la calle -ocurri처 dos veces- reactivaba el doloroso episodio.

Fue a comienzos de la transici처n, cuando un seminario convocado por Flacso, dio paso a una tercera etapa de la secuela de la tortura. All챠 reconoci처 en el profesor Emilio Meneses -quien mantiene un aspecto f챠sico muy similar al de su juventud- a otro de sus torturadores del Estadio Nacional. 징Estaba vivo y era uno de sus pares en el mundo acad챕mico! La memoria del pasado encontr처 un espacio en el presente, fundiendo dolores y angustias. Todo ello en el mayor secreto, bajo la apariencia de que nada extra챰o estaba ocurriendo. Un d챠a cualquiera, estando en Buenos Aires, comparti처 su secreto con el periodista Rodrigo Atria, su amigo, quien tambi챕n estuvo detenido en el Estadio Nacional. Luego se lo dijo al periodista Fernando Villagr찼n, con quien hab챠a compartido la experiencia de arresto y prisi처n. Habl처 tambi챕n con sus hermanos Guillermo e Ignacio Ag체ero.

¿Qué hacer? La pregunta se convirtió en un latigazo doloroso por muchos años. Haber sobrevivido a la represión de la dictadura -tras permanecer en campos de concentración y cárceles clandestinas- pasó a ser una suerte de privilegio que demandaba silencio por parte de los “beneficiados” o sobrevivientes. Una demanda que estaba implícita en el “discurso” oficial y social de la transición.

Cuando Pinochet dej처 la comandancia en jefe se inici처 el cambio. A챰o 1998. Se present처 la primera demanda en su contra (Gladys Mar챠n, secretaria general del Partido Comunista), se design처 un ministro de fuero (Juan Guzm찼n) y se inici처 un proceso judicial al que se fueron sumando centenares de querellas. Un fen처meno pol챠tico y social que se acrecent처 cuando Pinochet fue arrestado en Londres en octubre de 1998.

Ese cambio afect처 tambi챕n al ciudadano Felipe Ag체ero Piwonka y decidi처, ese 1998, contar su secreto al cientista pol챠tico Tom찼s Chuaqui, de la Universidad Cat처lica, con quien hab챠a establecido una profunda amistad en la Universidad de Princeton.

Recuerda el doctor Chuaqui: “Fue tal el impacto, que se me doblaron las rodillas y caí al suelo. Me hablaba de Emilio Meneses, con quien yo pasaba mucho tiempo en el Instituto de Ciencia Política. Almorzábamos juntos casi todos los días. Le pregunté finalmente a Felipe qué iba a hacer. ‘Voy a tener que enfrentarlo en algún momento’, me respondió”.

Depositario del secreto, el doctor Chuaqui no tenía más camino que esperar a que el doctor Agüero decidiera “enfrentar” el asunto algún día. “Pensé que iba a ser pronto. Pero fue pasando el tiempo. Alteré toda mi relación con Emilio Meneses, quien seguía teniendo su oficina enfrente de la mía. Eliminé todas las reuniones con él que no fueran estrictamente obligatorias”, recuerda el doctor Chuaqui.

- 쩔Lo not처 Meneses?

- Claro que lo not처, pero debi처 atribuirlo a problemas internos del Instituto, al aproximarse un cambio en la direcci처n.

EL CONTEXTO

En paralelo, otra familia chilena vivía su proceso de cambio, la familia del asesinado Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, víctima de la “caravana de la muerte” en Antofagasta. Recordemos que este caso llegó a manos del ministro Juan Guzmán en mayo de 1998 y, por tratarse de un crimen masivo que afectaba al menos a 75 prisioneros políticos y donde la “huella dactilar” de Pinochet estaba claramente estampada, se transformó en el proceso judicial más contundente contra el ex dictador. Así, fue este caso el que abrió paso al desafuero de Pinochet en el 2000 y a su procesamiento en el 2001 como autor de los secuestros y los homicidios.

El hecho es que la familia del asesinado Ruiz-Tagle decidi처 el traslado de los restos desde Antofagasta a Santiago y la realizaci처n de un multitudinario rito f첬nebre, hacia fines del 2000. La v챠ctima, Eugenio, hab챠a sido un entra챰able amigo y compadre del mayor de los Ag체ero, Guillermo.

Al recordatorio del asesinato de Ruiz-Tagle se agregó otro hecho macabro en enero de 2001. Las Fuerzas Armadas reconocieron la participación de uniformados en dos centenares de crímenes, explicando varias desapariciones de prisioneros por haber lanzado al mar sus cadáveres. Este reconocimiento se realizó al dar por finalizada la “mesa de diálogo” entre las Fuerzas Armadas y algunos prominentes abogados defensores de derechos humanos, instancia que fue convocada por el gobierno de Frei y culminó en el gobierno de Lagos.

Fue en este contexto que el ex prisionero pol챠tico Carlos Bau acus처 al general Hern찼n Gabrielli, jefe de Estado Mayor de la Fuerza A챕rea, de haber sido uno de los que torturaron al asesinado Eugenio Ruiz-Tagle en la base a챕rea de Cerro Moreno, en Antofagasta. La acusaci처n de Bau fue publicada por el diario electr처nico El Mostrador el 8 de febrero de 2001. El esc찼ndalo fue may첬sculo. Otros dos ex prisioneros corroboraron la acusaci처n. Obviamente el general Gabrielli la neg처 (present처 una querella por injurias, le fue rechazada y luego tuvo que abandonar la Fuerza A챕rea).

El conjunto de datos causó revuelo. Porque el asesinado Eugenio Ruiz-Tagle Orrego pertenecía a una familia de la “aristocracia” local y su viuda estaba casada con un influyente político, el ex ministro José Joaquín Brunner. Porque el ex prisionero Bau, con su denuncia, puso en jaque al segundo hombre en la línea de mando de la FACH. Y, en ese clima, el diario El Mercurio decidió intervenir para mantener a salvo el honor del abogado Jaime Guzmán Errázuriz.

Así, sin que el doctor Agüero se lo propusiera, su detención de 1973 fue recordada por el principal diario de derecha. El Mercurio, tanto en su cuerpo dominical de reportajes como en su revista El Sábado, lo mencionó de este modo: “Pero hubo un caso que Guzmán estuvo dispuesto a defender personalmente en los tribunales: el de Felipe Agüero, detenido el 16 de septiembre cuando era estudiante universitario”.

쩔C처mo es que el poderoso Jaime Guzm찼n Err찼zuriz supo, en 1973, del caso de Felipe Ag체ero? Se enter처 luego de asistir a una misa oficiada en memoria del asesinado Eugenio Ruiz-Tagle. As챠 lo declar처 Guillermo Ag체ero en el proceso judicial. El hecho es que la recordaci처n de la tortura sufrida por Eugenio Ruiz-Tagle desencaden처 el proceso. El 21 de febrero de 2001, el doctor Ag체ero escribi처 una carta privada al doctor Alfredo Rehren, director del Instituto de Ciencia Pol챠tica, con copia al rector de la PUC, Pedro Pablo Rosso.

Así también, lo publicado por El Mercurio despertó la curiosidad de la revista Cosas, la que decidió publicar una entrevista realizada a comienzos de marzo de 2001. Por primera vez, el doctor Agüero pudo hablar públicamente de su tortura, aunque decidió mantener en secreto el nombre del torturador. Varias páginas y tres grandes fotografías de Agüero Piwonka. La revista tituló en grandes letras: “Conozco a la persona que me torturó”. En el texto, el doctor Agüero identifica a su victimario como “un académico” y relata que ya envió una carta a las autoridades del centro académico donde trabaja.

El diario La Segunda logr처 obtener la carta y public처, el 23 de marzo, buena parte del texto en que Felipe Ag체ero identificaba a Emilio Meneses como su torturador.

EL DESENLACE

A la publicación de la carta, el diario La Segunda anexó dos informaciones. Primero, un escueto comunicado de la Armada en defensa del oficial de reserva Emilio Meneses: “La institución se hace una obligación en expresar su respaldo y confianza más absoluta al citado oficial, en la convicción que éstos representan infundios insostenibles que sólo buscan afectar y destruir la imagen personal del afectado”. Segundo, el desmentido de Emilio Meneses: “Yo, al señor Felipe Agüero, no lo interrogué, no lo vi en ningún momento en el Estadio Nacional. Incluso ignoraba su presencia allí”. Y aseguró que “desde siempre, todos mis amigos, conocidos y colegas supieron, y nunca escondí, que estuve en servicio en la Armada de Chile y la Armada me destinó a ser interrogador en el Estadio Nacional. Nunca, mientras cumplí ese servicio, en ningún momento, a nadie sometí a apremios ilegítimos”.

No concuerdan con Meneses algunos de sus colegas y amigos. El historiador Cristi찼n Gazmuri fue su amigo por m찼s de 30 a챰os e hizo con 챕l su servicio militar en la Armada, siendo ambos estudiantes universitarios.

-쩔Le cont처 que hab챠a sido interrogador en el Estadio Nacional?

-No, s처lo me cont처 que hab챠a llevado gente al Estadio. Los dos 챕ramos reservistas de la Armada y me dijo que a 챕l lo hab챠an llamado a las filas despu챕s del golpe. Y le dieron como misi처n llevar prisioneros al Estadio. Eso me dijo.

Por su parte, el cientista pol챠tico Tom찼s Chuaqui tampoco tuvo informaci처n.

-Meneses dice que todos los que lo rodeaban sabían de su rol de interrogador…

-Falso. Puede que lo supieran sus amigos m찼s 챠ntimos, pero la mayor parte de los acad챕micos del Instituto nada sab챠amos. Se rumoreaba que era un pinochetista duro, pero nada m찼s.

El hecho fue que, a fines de marzo de 2001, la tormenta se desató sobre el Instituto de Ciencia Política de la Universidad Católica de Santiago. Entre estudiantes que se negaban a entrar a las clases de Meneses, una masiva actividad de “funa” para denunciar la presencia de un torturador en el campus y el debate de los académicos, la PUC optó por suspender las actividades del académico Meneses. Pero le mantuvo su sueldo.El consejo académico del Instituto de Ciencia Política se declaró en proceso de “reflexión”, citando a declarar dos veces a Emilio Meneses e invitando a Felipe Agüero a dar su versión durante el año 2001.

El doctor Chuaqui, entonces subdirector del Instituto, hoy su director, explica así el papel que jugó el consejo académico: “No nos correspondía escuchar lo que había hecho Meneses en 1973. No estábamos en posición de determinar los reales hechos. Lo importante era saber quién era Meneses en ese momento. Porque debíamos saber si reunía las condiciones morales y ético-académicas para pertenecer al Instituto. Se lo preguntamos muchas veces. Porque si él reconocía su papel como interrogador en el Estadio Nacional, teníamos que saber qué pensaba de eso casi treinta años después”.

-쩔Y qu챕 pensaba Meneses?

-Dijo, en síntesis: “Yo fui obligado a estar en una mala posición, hice el bien desde una mala posición, no hice nada malo”. Yo le pregunté: ¿Fuiste un engranaje en la máquina del mal? Y respondió: “Siempre se puede hacer el bien en cualquier situación. Entré con las manos limpias y salí con las manos limpias”. Se esperaba una reflexión ética más acabada. Porque uno queda mancillado profundamente cuando se participa de una maquinaria del mal. Eso nunca lo reconoció, nunca reconoció ningún grado de culpabilidad.

-쩔Una postura amoral?

-Diría que tenía ceguera moral respecto de parte de sus actos. No procesaba moralmente esa parte de su vida. Por la prensa dijo que se había enterado después de las torturas en el Estadio Nacional. Yo le dije que él había actuado en un campo de concentración, sin protección alguna para los prisioneros, donde no funcionaba el habeas corpus. Me señaló: “En esa época nadie pensaba en esos términos”. Le pregunté qué sentía por sus superiores: Me indicó: “Resentimiento, porque nos tiraron a los leones, nos mandaron a hacer un trabajo para el cual no estábamos preparados”. Señaló también que había renunciado, pero que le rechazaron la solicitud.

El consejo académico del Instituto de Ciencia Política fue la única instancia que conoció del caso en su proceso de “reflexión”. La rectoría no ordenó instruir sumario alguno, como lo reconoció al tribunal el secretario general de la PUC, Raúl Madrid Ramírez. En respuesta al oficio 160-2002, dijo que la rectoría instruyó un sumario que no se relacionaba con la actuación de Meneses en el Estadio Nacional, sino que “contiene una indagación formal por una presunta infracción al Reglamento del Académico: a partir de una información recibida por esta Secretaría General, surgió la sospecha de que el señor Meneses habría realizado acciones destinadas a presionar a las instancias respectivas de las Fuerzas Armadas chilenas (lo que se denomina “hacer lobby”) para que éstas orientaran su decisión a favor de una alternativa específica (Gripen) en lo relativo a la compra de aviones de combate; la actuación habría sido remunerada y, en ella, el señor Meneses habría aprovechado su influencia desde la Cátedra de Defensa”.

“Por resolución de Rectoría Nº 01-2002, de fecha 3 de enero de 2002, se sobreseyó temporalmente la indagación formal; el 31 del mismo mes, el señor Meneses presentó su renuncia voluntaria al cargo que ocupaba en el Instituto de Ciencia Política; y por resolución de Rectoría Nº 09-2002, de 16 de abril pasado, se sobreseyó definitivamente la referida indagación formal”. El texto oficial de la PUC que -por haber sido enviado al tribunal a mediados de 2002- dio cuenta del fin de la carrera académica de Emilio Meneses en esa universidad. La decisión se tomó teniendo en cuenta lo resuelto por el consejo académico del Instituto de Ciencia Política y lo resuelto por el secreto sumario de la rectoría sobre las actividades de lobby en la compra estatal de aviones. Para “suavizar” la decisión, se permitió la figura de “renuncia voluntaria” de Meneses.

En paralelo con el proceso acad챕mico transcurri처 el caso judicial. Se inici처 por decisi처n de Emilio Meneses, quien se querell처 contra Felipe Ag체ero por el delito de injurias graves el 22 de mayo de 2001. No qued처 m찼s camino que probar los hechos y los defensores del doctor Ag체ero -los abogados Ciro Colombara y Juan Pablo Olmedo- invocaron la exceptio veritatis. Porque Ag체ero no ten챠a duda alguna de que Meneses fue el hombre a quien vio -durante una sesi처n de tortura- cuando lo hicieron desnudarse y, en el curso de la maniobra, se le corri처 la venda que cubr챠a sus ojos.

“Cuando Meneses comenzó a trivializar lo que ocurrió en el Estadio Nacional, me enrabié mucho. Por la prensa, en boca de Meneses, el estadio pasó a ser una especie de hotelito holiday inn, donde la gente iba a pasar una temporada de vacaciones. Ahí sentí que no podía permitir que se distorsionara la historia y que nuestros hijos deben saber lo que allí ocurrió, para que no se olvide y no se repita”, dijo el doctor Agüero.

El caso judicial tom처 dieciocho meses. La jueza Mar챠a Teresa Letelier interrog처 a cuatro prisioneros del Estadio Nacional, adem찼s del doctor Ag체ero. Declar처, adem찼s, el ex oficial de la Fuerza A챕rea Jorge Silva Ortiz.

El fallo dio la raz처n al doctor Ag체ero: no cometi처 injurias, porque no falt처 a la verdad. As챠, el llamado caso Ag체ero-Meneses pas처 a constituir un clave proceso judicial que -por la v챠a de una querella por injurias- indag처 en las torturas realizadas por la dictadura militar y dio paso a una sanci처n social y acad챕mica. El profesor Meneses perdi처 su c찼tedra en la prestigiada PUC.

S처lo qued처 pendiente un detalle procesal: la apelaci처n que hizo Meneses cuando el juez rechaz처 su petici처n para arrestar al doctor Ag체ero.

En junio de 2004, Meneses intent처 regresar a su rol de analista, publicando una destacada columna de opini처n en el diario La Tercera.

No tuvo que esperar mucho el doctor Meneses. Su recurso ante la Corte de Apelaciones -para que el doctor Ag체ero fuera arrestado- fue obviamente rechazado en septiembre de 2004. Ning첬n medio de prensa consign처 el dato.

El 15 de octubre de 2004, Meneses volvió a la carga con una destacada columna en La Tercera, titulada “La inconveniencia de efectuar cambios a la Ley del Cobre”. Reapareció el analista. El doctor Agüero, desde Estados Unidos, envió una carta al diario que fue publicada el 20 de octubre de 2004 con el título “Meneses y la justicia”. El sábado 30 de octubre de 2004, bajo el título “Asesinato de imagen”, el diario La Tercera publicó la siguiente carta de Emilio Meneses en la que insistía en que “la causa seguida en su contra (de Felipe Agüero) por injurias está en actual tramitación. En consecuencia, es totalmente efectivo que el caso está pendiente y a la fecha no hay ningún fallo de la justicia, ni parcial ni definitivo”. ¿De qué se trataba? ¿De qué causa hablaba Meneses? Los abogados de Felipe Agüero lograron dar con la respuesta. Meneses había presentado un recurso de reapertura del proceso con nuevos antecedentes. La Corte lo denegó y él, por supuesto, apeló. Los abogados Ciro Colombara y Juan Pablo Olmedo presentaron un recurso para declarar inadmisible la solicitud de apelación. Es decir, estirando al máximo la cuerda de los recursos procesales, Meneses podía decir que “el caso está pendiente”.

Finalmente, la Corte de Apelaciones rechaz처 la apelaci처n de Meneses. Y el caso qued처 cerrado. La prensa nada dijo.

El doctor Felipe Agüero envió una última carta al director de La Tercera, Cristián Bofill. En ella redondeaba: “Evidentemente a Meneses se le hace insoportable aceptar que la justicia, sobre la base de copiosos antecedentes, lo haya señalado como torturador en el Estadio Nacional. Aún si se le cierran ya todos los caminos para mantener la ficción de un caso que no concluye, los lectores deberán acostumbrarse a lo que será su versión permanente: que el caso seguirá siempre abierto. La verdad es que lo único que sigue pendiente es que Meneses termine por aceptar lo que la justicia ya resolvió y que él mismo ha sabido desde 1973”.

Así fue como terminó esta historia. Para el doctor Agüero, “fue un gran alivio, una sensación de deber cumplido, y de que valió la pena el desgarro de la decisión inicial y la incertidumbre en el proceso.

Fue uno de los más de 35 mil presos políticos que prestaron testimonio ante la Comisión Valech. Al culminar el proceso, en noviembre de 2004, desde la Universidad de Miami percibió el oficial Informe de Torturas como “el gran acto de reconocimiento, el que faltaba desde la Comisión Rettig. Es un tapabocas a los que siempre insistieron en mantener esto oculto y en silencio. Y también un gran tapabocas a los que siempre quisieron limitarse únicamente a lo que denominaban ‘casos emblemáticos’. Cada uno de los miles de casos es emblemático. Toda la tortura, como práctica generalizada, fue emblemática”.

Hay historias que, a su vez, hacen Historia. El caso del doctor Felipe Ag체ero es uno de ellos. LND


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