domingo, 12 de agosto de 2007

Entrevista

Tengo un pacto de no agresión con Dios”
La Naci처n, Domingo 12 de Agosto de 2007

“A veces el dolor es tan fuerte que piensas: ¿para qué sigo viva? Pero hoy, cuando miro a mis hijos y veo crecer a mis nietos, me doy cuenta de que sí valía la pena no darse por vencida. Sería terrible habérmelo perdido”.

Jacqueline Tichauer

Siete meses de tortura en diferentes campos de concentraci처n, lejos de llevarla al odio y resentimiento, confirmaron en Marcia Scantlebury los dos conceptos que mueven su vida: amor y humor. La nueva integrante del directorio de TVN no quiere hablar de televisi처n, pero no duda en narrar los pasajes de horror que le toc처 vivir. No para inspirar compasi처n, sino para fijar la memoria. Para que nadie, dice, pase lo que ella y tantos otros padecieron.

–¿Tenemos humor los chilenos?

–Nuestro humor tiende a desvalorizar al otro, especialmente en los defectos físicos. Quizás, justamente porque es un bien escaso, hay una gran necesidad de humor.

–¿Qué es lo más nefasto de nuestra sociedad?

–La falta de cariño. No nos queremos. Y por eso nos cuesta perdonar, nos alegran las malas noticias. Vivimos en una sociedad donde el éxito, entre comillas, es la meta de todo. Hay mucha agresividad en el ambiente.

–¿Cuál es tu concepto de felicidad?

–Debiera ser plenitud. Pero la felicidad a concho son momentos, imágenes que una quisiera guardar en la retina, retener y sacarlas a flote cuando las necesitas para dar luz a tu vida.

AUDACIA ES EL JUEGO

–Tú has sido una mujer jugada.

–Sí, y no me arrepiento. Juan Gelman, un poeta argentino, dice: “Si tuviera que elegir, yo elegiría esta dicha de ser tan infelices”. No tengo la soberbia de sostener que mi vida fue perfecta, ha sido absolutamente imperfecta. Pero cuando elegiste entre blanco y negro no puedes perder de vista las razones por las que has decidido, sin arrepentirte. Además, la vida te pone cosas por delante.

–¿Hablamos de destino?

–Sí. Soy parte de una historia en la que las presas nos pasábamos elucubrando por qué unas vivían y otras morían. Tiene que ver con no comprender la maldad. La maldad no tiene criterio: quedamos vivas por causas absolutamente inexplicables. Pero debe haber habido un plan ingeniero perverso.

–¿Te lo preguntaste mientras estabas presa?

–Sí, porque a veces el dolor es tan fuerte que piensas: ¿para qué sigo viva? Pero hoy, cuando miro a mis hijos y veo crecer a mis nietos, me doy cuenta de que sí valía la pena no darse por vencida. Sería terrible habérmelo perdido.

–¿Te quedaron secuelas?

–No se puede negar que hay un antes y un después. Si me preguntas cuál fue el momento más determinante, más intenso, más positivo de mi vida, te diría que ése. Mira qué raro. Pero también el más negativo. Cuando estuvimos en libre plática fui parte de una experiencia de convivencia, generosidad y amor.

–Mucha locura.

–Una vez, una de las torturadoras, a quien conocía sólo por su voz odiosa, entró a la pieza en Villa Grimaldi y me dijo: “Señora Marcia, por favor, salga, usted es mamá y quiero que me ayude”. Me sacó la venda y vi a una mujer embarazada como de ocho meses tejiendo un chalequito. Era para que le ayudara en los puntos.

–¿Cómo se resiste ese día a día?

–Los momentos más feroces los enfrentábamos con humor negro que nos ayudaba a sobrevivir en ese escenario de terror. Por ejemplo, a la pieza donde nos torturaban con música –mucho de Julio Iglesias y Nino Bravo– le pusimos “la discoteca”. La cosa era no dejarse vencer por los signos de muerte. Durante el primer careo, en que me enfrentaron a mi amiga, la periodista Gladys Díaz, comenzaron a tirarme la tela emplástica con que nos cubrían los ojos bajo la venda. Y le reclamé al que lo hacía que me iba a sacar las pestañas. Gladys me dice: “Pero Marcia, si tal vez nos vamos a morir”. Me reí y le contesté: “Es que no quiero morirme sin pestañas”. La vida se escurre por cualquier lugar, hasta en el infierno. Incluso llegas a cambiarte la venda sucia con sangre y sudor por otra más limpia.

–¿Cómo supiste que saldrías en libertad?

–Sabíamos que venía la amnistía de Navidad, hacíamos apuestas de quién salía, pero nadie apostaba por mí. Creían que yo me quedaría para siempre. Ese día llegaba de ser torturada y estábamos con una pequeña radio clandesta, cuando dicen mi nombre. Yo me veo tirada en el patio con todas las presas encima de mí, abrazándome, fue muy emocionante.

–¿Cómo fue salir?

–Terrible. Porque al día siguiente quería devolverme. Es una sensación extraña. Muchas de las presas sentimos lo mismo. Ver que en la calle no había pasado nada, esa indiferencia, y sentirte culpable por el dolor de las que quedaban adentro. También es dura la libertad.

LA TELEVISIÓN

–¿Cuál puede ser tu aporte como periodista al directorio de TVN?

–Primero, quiero decirte que lamenté muchísimo lo que pasó con Aleuy. Para mí fue muy sorpresivo cuando se filtró mi nombre. Pero siento que fue fundamental el respaldo de mis colegas y del Colegio de Periodistas, que consideró, y así lo creo, que era muy importante que hubiese un periodista en el directorio de TVN. Prensa es el alma de un canal de televisión. Yo, además de haber trabajado allí, tengo una mirada desde esta disciplina y creo que ése puede ser mi aporte. Espero estar a la altura.

–Se dice que hay mucha violencia en la TV, a raíz de la teleserie “Alguien te mira”.

–Yo creo que no es el tema de la violencia en TV, sino que siento que estamos viviendo en una sociedad donde hay mucha agresividad, en general. La televisión refleja lo que la sociedad es.

MARCIA REBELDE

–¿Cómo fue tu infancia?

–Privilegiada y provinciana. Yo soy de La Serena. Mi padre era hijo de un inglés. Tengo dos hermanas menores. Estudié las humanidades en Santiago en un internado de las monjas francesas.

–¿Cómo fue estar interna?

–Para mí fue un drama, me cargó. Sé que mis papás lo hicieron con la mejor intención, pero yo jamás le haría eso a un hijo mío. Mucha celda cerrada, pasadizos oscuros, mucho murciélago, olor a incienso, soledad. Yo soy una acuariana amante de la libertad y esto te corta las alas.

–Jugarreta de la vida que una persona tan libre en dos oportunidades viva encerrada.

–Claro, mi paso por las monjas también me marcó. Todavía me saco la ropa y la doblo ordenadita. Sigo poniendo las hojas de alcachofa una detrás de la otra alrededor del plato. Soy una mezcla de caos y cosmos. El internado me hizo pelearme con Dios durante un largo tiempo.

–¿Eres católica?

–Sí. Pero peleé mucho tiempo con Dios, porque tenía bronca con él. Soy católica, pero marginada de la liturgia.

–¿Vas a misa?

–Voy y hasta comulgo cuando me siento preparada. Porque, después del conflicto, me reconcilié con Dios. Tengo con él un pacto de no agresión.

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